sábado, 31 de octubre de 2015

7 NAVAJAS DE ESPAÑA Y FRANCIA: NAVAJA CABRITERA DE NACARINA VERDE DE RAFAEL WÍZNER - COUTEAU LE CÉVENOL



Rafael Wízner las ponderaba aquella tarde en el hotel playero, con mucha mímica de cara y con los ojos girando alrededor de la mesa, como lo debieran hacer satélites verdosos en su órbita 
rauda. "Es que le regalas una a uno de los de mi edad y te lloran; como si les hubieras dado yo qué sé". 



 Ya no las compone nadie. "No es que valgan mucho porque son sencillejas. Pero como son las que nosotros conocimos, pues es..." Rafael era cabal y no se las daba. Cierto es que nadie -o pocos- trataron el asta cervuna con la oportunidad de él, con su previsión y acierto. A estas las llaman en Santa Cruz girodias, más que cabriteras. Por lo que las de nacarina, pasta, pisto...fueran las de batalla, las barateras, las que se perdían hace más de 50 años. Ahora se encuentran.




domingo, 25 de octubre de 2015

6 NAVAJAS DE ESPAÑA Y FRANCIA: NAVAJA CABRITERA ANTIGUA - COUTEAU LE CÉVENOL



Esta es la pasta de la que se merendaba, de tres colores -que no sabores-. Al corte, como los helados del kiosco. Marrón, ocre pálido y rosilla. Los tres sabían a nada, a parafina si eso. Y de esto nos mantuvimos. De los tres colores. Por eso se me fueron los ojos a esta pasta, de la que ya no se usa. Para comprobar cómo lo sintético puede envejecer como el metal, comidos las refulgencias y el brillo por los dientes de la luz.





 (Aquí la hoja antes y después de pasarle la muela, que tuvo el pico con mellas y desvío; comido se la ha metal a la hoja, que antes la punta estuvo a menos altura.)





Piña de los trópicos, ibiscos, solaje de tés de flores, coral tigre... Cuando se viene la melancolía a aquellos años el color es desvaído, desolado, falto de matices. No de otra manera se puede tener en las mientes, como estas cachas lo están. 







 Esta mistura y otras ya no se ven, salvo en la previsión o capricho de algún fabricante que conserve retales desde hace más de uno, dos , tres o cuatro décadas. El pisto que se llama en Santa Cruz es el más conspicuo que no el más fino. Se ve alguna pieza con este pisto montada por Wízner a algún amigo espabilado. Felicidades las suyas, que Hefesto con estas compotas y otras que encontrare se apañara más que regular.





sábado, 24 de octubre de 2015

3 NAVAJA FRANCESA LAGUIOLE ROSSIGNOL


Son dignísimas estas Rosignol, de mecánica sincrónica, impecables; firmes y afinadas, relucen después de que las compusiesen allá por, tal vez, los ochenta. Admira cómo se conservan, sin robín, sin máculas, sin aspereza. Despertaron estas el continuo interés por le couteau laguiole. Que este también declinó por un tiempo por imposible que nos pareciera. No fue la única casa, pero sí la más prolífica (tanto fabricó que sus remanentes aún se venden décadas después, -si es que no estuviera errado-).




Fue la grandona, de 12 cms, de la que se habló en la primera entrada de la serie sobre las navajas del oiseau. Esta abrió el portón del castillo. Y mucho se ha maltratado, y mucho se ha cuidado. Conserva el nervio que retiene, solo la hoja ha tenido que ser pulida y rebajada por los rayos que un amolado deficiente le grabó. No creo que las españolas de teja corrientes de la misma época estén tan mozas, tan mantenidas y de tanta utilidad. Envidia de que las casas que las labran aquí no las apañen de tal modo que abracen tradición y trabajo, que sean aparentes pero flojas, que la rareza de sus materiales sea malgastada en mecanismos y modelos banales.  









No se sabía de que hubiesen moscas de tal calidad ni de tal otra. Que no se sospechase de que se disecaban los heminópteros con forja o con soldador. Sí se atesora todavía la rareza, común en las Rosignol, de su robustez, de su fúlgido resplandor en mitras, de sus chasquidos sordos, de las suavidades de su comba de caligrafía enhiesta, de las redondeces constantes de sus pernos, y de los setos que ajardinan troquelados su espina dorsal sin mella.



2 NAVAJA FRANCESA LAGUIOLE ROSSIGNOL


Acabábamos de terminar nuestra colección de piedras, de las que encontrábamos en los canchales,  hendidos en las terreras, apartados en las pedrizas, amansados en las ramblas, pulidos en los cortados de las carreteras. Allí los había como tesoros, en Almería de Bayarque y de Tíjola. Pero después aún se tomaron algunos más, y el último fue ayer mismo. Los cantos. Colección hicimos y de su querencia y dispersión nos movimos al navajerío.


Encontré, lo recuerdo, una en El Collao de Bayarque, cuando el olivar del abuelo Isidro era limitado por un ramblizo al pie de un cortado seco y pedregoso. Un prisma triangular, con el color de las suspiros rancios, entre amarillo, blanco y rosa. Pesaba como contrapeso de romana. Se llevó al escondite, con el cinabrio de la cueva de La paloma. Se perdió para no encontrarse.







La unidad de uno que es quien imagina, que se reconoce sin fracturas, eso es el canto. El primer producto de la creación geodésica, lo inmutable, la fidelidad de quien es esperado, la promesa de la vida sin sombras de caducidad o muerte. La preeminencia sobre el chamariz, el camachuelo, el abejaruco, la culebra. La creación pura sin esqueleto.

Acero domado pero incontingente, navaja como artefacto que nos supera, divergencia múltiple que se atesore, inabarcable síntesis. Por tanto, sustituyó al canto del río Bacares. Puerilidad del hombre que se llena la bolchaca de peso intentando inutilmente que no se lo lleve el viento.






También esta fue en obsequio de Hefesto, de la misma mano que acercó la otra. Plástico negro sin falta, hojilla con recorte de más curva, más fina, sin limazos o mordiscos en el lomo. Tiene, empero, un contrafilo delicado. Rara avis in terra. Perfecta para la supervivencia plácida de un vividor en jira; para cortar un melindre en el jardín del Beso de Játiva, para tajar un fiador que embarace al deportista, para mostrar en el casino encima del móvil.




1 NAVAJA FRANCESA LAGUIOLE ROSSIGNOL




Que por finales de los ochenta acaso, pero no más adelante. "Es una que tiene un insecto al final del mango...De madera prensada y las mitras doradas...y el resorte está grabado con ramos...la hoja es más bien estrecha como si a una de Albacete la hubieran afinado...En la hoja aparece un pájaro y pone Rosiñol o parecido."

La primera vez que nos referimos a una francesa sin conocer, por mi parte, a qué casta de navajuelas pertenecía. Aprendía Hefesto de su compañero. Que si andaban y aun cantaban estas herramientas. Que si tal tetón en la base del plano de la hoja era para empujarlo con pulgar y que se abriera y chascara con alboroto y escandalera. Que si en las Francias había riqueza de ellas con diversidad y precisión en sus nombres...Y tal. En estas y aquellas se pronunció "Laguiole".

No se sabía de recazos, se desconocían mitras y virolas, se huía de las de teja por tembleque, acudíase a las de ciervo como prodigio, no se adivinaban grabados y todos se tenían por lo mismo, ya fueran troquel o lima o buril (si es que entonces los viéramos o existiesen siquiera)... Se detestaba el carbono, y tal polillas, al espejuelo nos íbamos en impulso y compulsión. No había mesas ni vaciados. La estamina se confundía con madera de encina, y así todo en nuestra ignorancia.










Se abrió el sobrecillo con el color de las estrazas y a maravilla relució. Latón pulido como fuego, y madera prensada cortada y compuesta con aseo extremo, que otro no hay. Extrañó su pergeño y limpieza (hasta la grasa en el muelle que toca el talón apenas sombreaba el acero con una nubecilla difuminada). No se imaginó entonces, cuando con  un papelón de estraza lleno de churros se recorría el mercado de Tíjola, que de estas las hubiera.



Con fineza de junco, firmes y pulcramente rebajadas las cachillas para meter la uñeta y desplegar la lezna. Para punzar la panza meteorizada del rumiante pacífico, para hendir el cuero de la albarda, para apretarse la correa de los calzones si se encoge uno. Con policía encaja todo en ella, y con delicada reticencia se despliega. Entrañable como las piedras aquellas que se atesoraron.

miércoles, 21 de octubre de 2015

NAVAJA MACHETE DE PIEZAS EN NÁCAR-COUTEAU ESPAGNOL À PALANQUILLE AVEC CÔTES EN NACRE

Je l'ai trouvé aux marché des puces. Le couteau était sur le sol et sa peau brillait timidement.



La lame avait été changée (la nouvelle appartenait à un couteau à légumes ...), le blocage ne fonctionnait pas; Le maillechort était sale et rayé.





Je sentais qu’il y avait des chances, que sa peau était celle d’un chérubin. 




Je voulais que le couteau parlât à Nouveau, alors la musique pythagoricienne des étoiles sonnerait.



Bien sûr, j'avais bésoin d'un philosophe ou, plutôt, d'un coutelier patient.


Comme un personnage de Dickens, le couteau obtint la vie digne, légitime selon sa
nature.





Ceci est la "némésis" du précédent (Ed Mongin à palanquille): un couteau fabriqué en Espagne, au gout que un touriste –français par exemple- pourrait apprécier et, bien sûr, payer.


Ce couteau n’était pas pour le paysan, mais pour le mettre à la poche d'un étranger.




Comment a-t-il retourné en Espagne je ne sais pas le dire. Cet objet a une histoire particulière, inconnue, un défi; donc je l'ai acheté.





 Fue Francisco Valencia Linares quien quitó la hoja postiza (se puede observar en las primeras fotos que a la altura de la uñeta aparece el punzón Arcos) con su talón forrado de latón (muy curioso arreglo ennoblecedor -cuesta pensar por qué al mismo tiempo se le compuso una hoja tan mala y disonante-), quien la operó de la articulación del eje y calibró de nuevo el bloqueo, quien con policía la desrayó, la desenrobinó y la lustró; quien la haució y restauró.