viernes, 30 de octubre de 2020

2 NAVAJAS CON CACHAS DE PISTO-COUTEAUX ESPAGNOLS


 NAVAJAS DE FRANCISCO VALENCIA Y DE JJ. MARTÍNEZ CON CACHAS DE PISTO




(continuación)

-¡Pisto! -soltaron en exclamación unánime.
Tras soltar las tapas de las fiambreras, se dejó ver el contenido, que ambos mutuamente se enseñaron.

-Ahora son tortillas lo que todo el mundo se lleva de almuerzo, sola o con engañifa, pero tortilla -empezó Wízner la conversación calma una vez limpias las piedras de asiento para evitar las culeras.
-Es verdad, Rafael; todo el mundo come huevos, como si no supieran que sale del culo de la gallina.
-Que no son muy limpias, por cierto...
-Mira, mi madre no consentía en comerlos nunca, y tenía incluso un pocillo reservado para batirlos, que capaz era de oler donde los habían cascado.
-Eran cosa de señoritos.
- A nosotros nos los regalaba Doña Anita, la que nos arrendaba la tierra; y en ocasiones de festividad mayor, y porque mi madre le trabajaba en casa -entró en explicaciones Plinio.
-No le gustan mucho, al parecer...
-Maleza, un guardia que estuvo a mi servicio, tenía una chanza con las gallinas que contaba sin darle pie. Resulta que en una precisión por haberse atracado de habas fue al corral con el culo apretado y empujando puertas. Soltó, con perdón, la carga entre la que se distinguían a la perfección los granos enterizos de habas. Recién abatidos los calzones, un corro de gallinas desvergonzadas porfiaban por picar las sucias habas.
-Deje usted, deje...-afectaba melindres Wízner.

Pusieron en común las viandas y sobre matas de romero depositaron dos gruesos cantos de pan de miga prieta y muelle. La de Wízner tenía entre el pisto, magras de cerdo; la de Plinio, dos paletillas de conejo. De las dos comieron tajadas, pero se reservaron para atacar el pisto suculento de las fiambreras propias. Mataban los silencios con espantarse alguna moscarda de sí y de la comida, y pegaban hebra ofreciéndose la bota.

-De pisto yo hacía navajas, pero eso era hace no menos de cincuenta años...
-Veo ahora que la comida le lleva al recuerdo, a mí a las gallinas, a usted a sus constantes navajas.
-Ha sido lo mío, Manuel.

Y con la punta de una navaja de estaje pinchaban pellizcos de pan que sin ceremonias sumergían entre irregulares trozos de pimiento verde o amarillo, de calabacín en confite, de berenjena cárdena, de cristales de cebolla, y de tomate púrpura. En las fiambreras la luz quedaba retenida, entre reverberos azules de las latas.