miércoles, 23 de diciembre de 2020

2 LOS RECUERDOS DE LA CASA II. NAVAJA MACHETE DE RAFAEL WÍZNER EN PALO DE HIERRO-COUTEAU ESPAGNOL DE RAFAEL WÍZNER EN BOIS DE FERRE

NAVAJA A ESTAJE DE RAFAEL WÍZNER EN PALO DE HIERRO
















 LOS RECUERDOS DE LA CASA II
(CONTINUACIÓN)

     Cuando llegó el cuchillero al casino, ya se movía impacientado José Vízcaíno.
     -Un carajillo de brandy quemado con corteza de limón.
   -¿Y para Rafael? -preguntaba el camarero suplente del casino, que ya tenía calados a los dos.
     -Para mí un cortadillo, que yo no soy tan moderno -entonó rijoso el cuchillero para disculpar la ligera tardanza.
     -Bueno, José; ¿qué hay?
     -El cabo de la judicial me ha dicho que los tiros no van por lo del motocarro de los motoristas catalanomanchegos. Los del Seprona los pararon.
     Se detuvo el relator mientras le ponían los cafés en el mármol. Aprovecharon el silencio uno y otro para endulzarlo, removerlo y probar temperatura con el belfo.
     -¿Y? Venga, José...que me enfrío.
     -Bajo el toldo, nada.
     Volvía a su carajillo José, que sabía excitar curiosidades tanto como el otro chancearse de los términos que tan a menudo soltaba el profesor.
     -Nada, digo. Un tocador-lavabo, estampas religiosas enmarcadas, cortinajes recios, cantareras, sillas de aneas... Más viejo que antiguo. Nada.
     -No tengas cortedades conmigo. Tienes silencios de novia enfadada -y afectaba seriedad el cuchillero desmentida por la vivísima luz verde en sus ojos.
     -Y florones de escayola, y molduras de flores, y baldosas vidriadas con dragones, y romanas, y aldabas, y solería entera, y...
     -Anda que no gustas de las listas; te embalas como aleluyero. Pero si los civiles no los han pillado, qué rumias.
      -De cinco o seis veces, solo encontraron el cajón del motocarro colmado una, en el cruce ese de las Vistillas; las demás, de vacío, o con cascarrias misérrimas según los guardia civiles.
     -Pero por ahí tanto se puede venir al pueblo, como salir. Si van al casón donde paran, no es lo más corto... Y además, los civiles...
     - No estudiaron bellas artes, ya.
     Se tomaba Vizcaíno con la mano izquierda los mofletes y se le afilaba el morro antes de continuar.
     -Conocerás la casa... ¿Cuántas puertas tiene? -interrumpió Vizcaíno-. ¿La has visto por dentro?
     -Si te refieres a las de la calle, dos...; no, tres -rectificó el cuchillero-. La grande da a un patio de cantos, se ve cuando alguna vez a las ciento la abren. Al lado hay otra más menuda, sin cuarterones, que jamás se ha visto que se abra, al menos yo no.
       -¿Y la tercera? ¿Por dónde entran?
     -Por el callejón del Aire, a la izquierda de la fachada. Es una puerta vieja, no antigua -empleó Wízner lo mismos términos del profesor, quizá con sorna-. Tiene hasta un timbre puesto ya por la tía Ramona.
     Llegaba hasta el ámbito del casino en oleadas las solemnidades de las campanadas del ermitorio de San Salvador, que daban las siete.
     -Y Aldabas -cayera un grueso canto en el pozo de aguar cuyo estrépito undoso reverberó en la oquedad cavernosa de la garganta.
     Enmudeció el profesor, extático, en una fulguración que lo cegaba.
     -No te traspongas, José. ¿Qué has resuelto?
   -¡Aldabas! ¿Para qué puertas? Con una, y aún con ninguna se remediaban. Florones. ¿Para un corral? Solerías. ¿Sobre un cantal?

En el aire quieto del casino se desleían los reverberos sonoros de las campanadas recientes y moría queda la íntima vibración en las columnas forjadas, en los pies fríos de las mesas, en el ánima foliar de la chimenea muerta y, en fin, en todo el hierro manoseado de sostén o aderezo.

(CONTINUARÁ)










viernes, 27 de noviembre de 2020

1 LOS RECUERDOS DE LA CASA I. NAVAJA A ESTAJE DE RAFAEL WÍZNER CON CACHAS DE BOCOTE-COUTEAU ESPAGNOL DE RAFAEL WÍZNER EN BOGOTE.




NAVAJA A ESTAJE EN BOCOTE
DE RAFAEL WÍZNER











 LOS RECUERDOS DE LA CASA I

     Lo vio venir Wízner a Vizcaíno anadeando, teniéndose el vientre con la zurda, y con la diestra en movimiento de remolino, templando el propio sentir de su cuerpo.
  Sabía el cuchillero que el profesor padecía dispepsias estacionales, bien en la pascua de navidad, bien en la de  resurrección, cuando venía de sus esporádicas idas a las Alpujarras donde vivaqueaba en casa de unos parientes que le tenían guardada matanza...
     -¿Qué ha sido, que te veo contenido?
   -Ni más ni menos que tres boniatos asados, hermosos; media calabaza de miel asada...
     -¿Solo? Venga...
    -Y una sartenada de castañas. Castaña, y cucharada de pulpa tibia con regusto de caramelo.
     -O sea: tres cuartos de quilo de castañas.
     -Si no más.
     -Ya va saliendo. ¿Empujadas?
     -Sí
     -No me seas mostrenco.¿Con qué?
     -Pedro Ximénez.
     Les sirvió la pesadez gástrica de José Vízcaíno para echar la vista a las castañadas, a las familias que se remediaban con un lebrillo lleno de ese fruto cabe la lumbre.
     Pero habían quedado esa tarde a petición del profesor para que el cuchillero informase al afanoso imprudente -tal lo llamaba Wízner por una vez que lo oyó definirse así- de una serie de hurtos que habían alzado escama en el pueblo.
     -Roban -se explicaba Wízner- en las casas antiguas.
     -Viejas -le corrigió Vizcaíno.
   -En antiguas, digo bien, y en las viejas también. Han faltado aperos en las del campo. Arados de reja, horcas, rejas de ventanas, repujes metálicos de portalones, lozas, trébedes. Se han llevado hasta las tejas en la de Ramón Genaro.
     En esas se estaban cuando se vieron en las últimas casas antes de las vides. Como no habían quedado para paseo higiénico detuviéronse en la inclinada sombra de la albardilla de un tapial.
     -Vamos a reposarnos -y el profesor señalaba al cuchillero el poyo corrido que se acababa en un pilar de abrevarse las bestias.
    Como se quedaran atentos solo a sí mismos, cuando oyeron el indercadente petardeo de una moto, ambos la fijaron con la mirada.
     -¿Y ese? ¡Anda que el capricho!
Pasaban dos motoristas con sendas motos.
     -De esas, Rafael, ya no se ven. Una Montesa Impala, la primera; y la segunda, una Ossa.
     -Esos son catalanes; bueno, catalanes manchegos. Son de los Montera, padre e hijo. Paran en un casón de la calle San Roque, de herencia de una tía.
     Como el profesor no pegaba hilo, continuaba Wízner con la relación.
     -Eran muchos hermanos, una de ellos, la tía Ramona, casó con uno de los Perrillas, que tenía mucha hacienda. Mientras ella engordaba, sus hermanos se quebraban trabajando por el jornal miserable. Fíjate, José, que cuando iba a llevar la limosna al cura, se cruzaba con sus sobrinos que andaban descalzos.
     -¡Es que...!- se indignaba con sordina Vizcaíno.
     -Traspusieron a esos Barcelonas. Allí dicen que se han defendido bien en la obra.
     -Ya se los ve. Van muy puestos. Todo el arreo que llevan en la moto, el casco, la chupa, los guantes, las botas...Las propias motos. Las tienen maqueadas. Llevan hasta el cilindro donde se ponía parte de la documentación.
    -Sí, esos las restauran.
    -O las mandan restaurar.
     Por el poniente, ante sí, la lechosa claridad de la labrantía se iba difuminando en robines.
    -Están todo el día, desde que vinieron, con el culo en movimiento. O con las motos, o con un motocarro que alquilan y que traen con la carga entoldada.... ¿No te dice nada tu olfato? En el pueblo. ya se habla.
     Nada concluyó el profesor, que en aquellas fechas le entraba la melancolía de la tierra. Si la primavera allí defraudaba, no así, para él , la otoñada con las orlas de morados, naranjas y luces en tamiz.

     Movió Vizcaíno la mandibula hoyada indicándole a Wízner horizonte. En los lomazos leves, los hilos negros de las vides corrían entrecruzándose, y quedaban recortadas irregulares y difusas geometrías de claridades.

CONTINUARÁ


     NAVAJA A ESTAJE DE RAFAEL WÍZNER EN MADERA DE BOCOTE













viernes, 30 de octubre de 2020

2 NAVAJAS CON CACHAS DE PISTO-COUTEAUX ESPAGNOLS


 NAVAJAS DE FRANCISCO VALENCIA Y DE JJ. MARTÍNEZ CON CACHAS DE PISTO




(continuación)

-¡Pisto! -soltaron en exclamación unánime.
Tras soltar las tapas de las fiambreras, se dejó ver el contenido, que ambos mutuamente se enseñaron.

-Ahora son tortillas lo que todo el mundo se lleva de almuerzo, sola o con engañifa, pero tortilla -empezó Wízner la conversación calma una vez limpias las piedras de asiento para evitar las culeras.
-Es verdad, Rafael; todo el mundo come huevos, como si no supieran que sale del culo de la gallina.
-Que no son muy limpias, por cierto...
-Mira, mi madre no consentía en comerlos nunca, y tenía incluso un pocillo reservado para batirlos, que capaz era de oler donde los habían cascado.
-Eran cosa de señoritos.
- A nosotros nos los regalaba Doña Anita, la que nos arrendaba la tierra; y en ocasiones de festividad mayor, y porque mi madre le trabajaba en casa -entró en explicaciones Plinio.
-No le gustan mucho, al parecer...
-Maleza, un guardia que estuvo a mi servicio, tenía una chanza con las gallinas que contaba sin darle pie. Resulta que en una precisión por haberse atracado de habas fue al corral con el culo apretado y empujando puertas. Soltó, con perdón, la carga entre la que se distinguían a la perfección los granos enterizos de habas. Recién abatidos los calzones, un corro de gallinas desvergonzadas porfiaban por picar las sucias habas.
-Deje usted, deje...-afectaba melindres Wízner.

Pusieron en común las viandas y sobre matas de romero depositaron dos gruesos cantos de pan de miga prieta y muelle. La de Wízner tenía entre el pisto, magras de cerdo; la de Plinio, dos paletillas de conejo. De las dos comieron tajadas, pero se reservaron para atacar el pisto suculento de las fiambreras propias. Mataban los silencios con espantarse alguna moscarda de sí y de la comida, y pegaban hebra ofreciéndose la bota.

-De pisto yo hacía navajas, pero eso era hace no menos de cincuenta años...
-Veo ahora que la comida le lleva al recuerdo, a mí a las gallinas, a usted a sus constantes navajas.
-Ha sido lo mío, Manuel.

Y con la punta de una navaja de estaje pinchaban pellizcos de pan que sin ceremonias sumergían entre irregulares trozos de pimiento verde o amarillo, de calabacín en confite, de berenjena cárdena, de cristales de cebolla, y de tomate púrpura. En las fiambreras la luz quedaba retenida, entre reverberos azules de las latas.










miércoles, 30 de septiembre de 2020

1NAVAJAS CON CACHAS DE PISTO-COUTEAUX ESPAGNOLS










NAVAJA A ESTAJE DE FRANCISCO VALENCIA Y NAVAJA MACHETE GRABADA DE JJ MARTÍNEZ CON CACHAS DE ESTAJE






Se iban aquel día los dos, Plinio y Wízner, por los caminos del arrabal en paseo higiénico, que al primero le habían recomendado en la consulta de don Marcelino que anduviese no menos de cuarenta minutos al día en un solo esfuerzo. Era por aquello de tonificar el corazón, que ya el de Tomelloso lo tenía castigado por el tabaco, los licores espirituosos y las chacinas, a las que tanto fervor tenía.
 -Tomemos ese que da va a la Muela. Sí, ese mogote que ve usted allí, blanqueando horizontes.
Y comenzaron a anduchear. Sin calzones bombachos ni cortavientos, sí con sendas bolsas en bandolera; en una Munich 74, en la otra, ICONA

No buscaron cuestas sino el llaneo entre viñas; Wízner iba cantando las fincas: "La del obispo, la de Aldalí, el Moscoso, Los chaparros, la de Chávez, la de La fuente el pino, la de Nicanor, Los madrileños... Iban probando los higos secanizos que en las lindes condensaban el rocío tempranero; en esto guiaba más Wízner. 

-No los abra usted tanto, que al final acabará encontrando lo que busca -siempre festivo se chanceó Wízner.
-Ya comí muchos, pero no se me fue el asco ni entonces ni ahora. En los fideos, en la harina, en las lentejas. Bueno, en las lentejas no me dan angustias. En casa los llamábamos cocos -se arrobaba Plinio en el recuerdo-,  de negros se los veía, y los que se quedaban dentro de su carcomida casa, no se sentían. Tenían, aunque ligero, caparazón; apenas se notaba si los tomaba la muela.
-Claro, son escarabatejos. Si yo los conozco.  Pero esos son muy chicos. Haga usted igual con estos. Un gusanejo no estorba entre tanta carne dulce...
-Si me habla de ello menos los cataré.
-Eso es lo que pretendo -rio Wízner-, que yo los cataré por usted.

Continuaron hasta llegar a la fuente el Palo. Se solazaron con el agua fresca que de un pequeño venero surgía entre dos peñas cubiertas de verdín, a ras de suelo, como milagroso ombligo. Como soplaba ya poniente molesto, buscaron la espalda de una pedriza. En los morrales de plástico metieron las manos y sacaron sendas fiambreras antiguas. 
-¡Pisto! -dijeron en exclamación unánime.

(CONTINUARÁ)