lunes, 2 de enero de 2017

VII NAVAJA DE RAFAEL WÍZNER EN AMOURETTE-COUTEAU DE RAFAEL WÍZNER EN BOIS D'AMOURETTE












Machete de Rafael Wízner del número dos en madera de amourette

-Mírela -mostró Plinio la palma de la mano extendida.

-¡Puñeto! Esa de nácares es, o -se explicó Wízner- de madreperla de Manila, que se dice. ¡Menuda...!



-Obsequio de don Lotario. De cuando compró el Ford antiguo. Removiendo asientos vino a dar con...

-...Cascarrias.  Yo, bien que remuevo y solo doy con cascarrias, ¡a gavillas! -le reían los ojos al cuchillero.

-Era de una familia de posibles. Uno de ellos logró fama, mucha, en Madrid. Escribía libros. El caso es que don Lotario...

-...que es una urraca -completó Wízner.

-Don Lotario, digo, lo tuvo por unas perrillas de un sobrino del escritor. Mi amigo y concorde lo tiene donde curaba cascos de mulas.

Los ojos clariones de Rafael Wízner, así que tuvo sommelier en las manos, tomaron tornasoles de culebreo espinal. La abrió, desplegó uno por uno los adminículos: hoja principal y pequeña, gancho para alambre y laña de champanes o de raer golletes, y sacacorchos de cinco vueltas, hendido todo en su longitud por acanaladura.

-Tenía -reemprendió Plinio- un salpicadero de raíz; don Lotario lo pulió con lanilla y lo curó con ceras. Revivió. No viera usted qué lisuras y no sé qué de alamares que usted mienta.

-Tengo yo -continuó Wízner-  visto en el desguace de lo de Manitas un coche inglés, un Rover -el de la hija de Sarrión, el ebanista, creo-, que tiene en vez de plásticos, una madera con juegos como los que usted nombra.

Se levantó entretanto Wízner y trasteó en el aparador de la salita comedor. Extrajo y recolocó varios envoltillos hasta que pareció dar con uno en particular.

-Se parece a esta -mostró Wízner una navaja que acaba de lustrar con una gamucilla-. Está apalabrada. La madera tiene, como ve, visos de luz y sombra.

-¡Recontradiez con el maestrillo hambrón! -maldijo Plinio con sordina.

-No es, ni con mucho, como la del coche del desguace. Quiero -pronunció con ausiones- hacerme con ella. Si le parece, en uno de sus paseíllos locos, se viene conmigo a la chatarrería y me ayuda a mercarla.

La visita de aquella tarde era de asiento, y la acabaron con una merienda de perdices escabechadas y vino rancio manchego. Salió Plinio para su olivo cuando los oros resbaladizos del poniente se vertían ya  en  el horizonte lívido.




Navaja machete de tapitas con cachas en madera de amourette
de Rafael Wízner Ruiz





















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