Apaña el ronzal el labrador-pastor-hortelano-jornalero. Su hijo con su navajuela lo ha tajado. Resultado del infortunio, la burra, firmeza de la casa, resbaló por el ribacillo del parral y queda colgada del pescuezo. Patalea con las manos sin coordinada intención. Vanos golpes de pezuña no sirven para elevarla y desembarazar las ancas que se doblaron. Jadea y llora el animal con hipidos roncos. El niño de arriba la contempla azogado. Habrá de sacar la navaja pues es precisión. Solillo se está y el padre no lo oyera por más que vocee. Corta la labor de pleita tirante y se desuella la mano con las asperezas del esparto.
Será amonestado pues se precipitara con la navajilla; quizá debió atender a que el animal se recuperase y enderezase los serones llenos para plantarse. Ahora el padre añadirá remiendo al ronzalillo con el pellejo de la petaquilla vieja que dejaron en el poyete de la chimenea.
Funda de peine inglesa de piel de cerdo.
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