jueves, 5 de enero de 2017

1 FUNDA DE NAVAJA: PETACA DE TABACO/ÉTUI POUR COUTEAU

Antes fue el cuchillo que cualquier funda (no lo sean la boca, las manos en cuenco,...no se cuenten los pliegues del cuerpo). Antes se envolvió con hoja de higuera, se guardó en calabaza horadada, se hizo hatillo con ramaje; sin embargo, como no había excedente, se comía hasta el hartazgo y las panzas fueron tambores -con lo que eso perjudicaba la digestión del sabio primate.-.

Todo cambiárase descubierto cuchillo o lasca escoriadora, pero lentitud hubo y desconcierto. Con la bolsa sobrevino el ocio. Se ahorró tiempo en ir a la fuente a saciarse, se ahorraron distancias, se acrecentó la inteligencia...y la envidia. La ocupación laboral se diversificó y aquellos más habilidosos tuvieran carne, higos, avena, agua...sin moverse del sombrajo. Y los demás, bolserío.

La petaca de tabaco paréceme adminículo logrado, artesanía y recuerdo. En las entretelas de la chaqueta, cerca del reloj y en el hemisferio complementario al corte de la navaja. Desgastada por el roce humano, oscura de lustre, arrepujadilla. Responde al mismo concepto que las bolas mundi o que la estación espacial rusa. 

"Tenga usted, tío Isidro"-ofrecía Ramón. Luego, después de kilómetros, de huidizos postes de la luz se correspondía: "Ahora tenga usted, tío Ramón".

Eran pellizcos sacados a la altura de corazón: tabaco recio, caldo de gallina que se criaba en matas entre la hortaliza; más tallo que hoja, rabillos y peciolos. Me acuerdo de la petaca, sí.







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