viernes, 16 de diciembre de 2016

IV NAVAJAS EN CONCHA DE TORTUGA DE RAFAEL WÍZNER RUIZ-COUTEAU EN ÉCAILLE DE RAFAEL WÍZNER

PLINIO Y RAFAEL WÍZNER CONVERSAN SOBRE LA ESTÉTICA DE JORIS KARL HUYSMANS EN À REBOURS






















Convino siempre, a lo que se me da, más estética que ética; cuando fuera al revés. Que siempre sirvió, en lo serio, la segunda a la primera. Lo entendí meridiano en aquel libro de oros pálidos y paraísos en bote de À rebours. Yo, que siempre busqué en los mamotretos empolvados los brotes jugosos de la más rancia retórica.

-Y usted, Rafael, tiene ojo para el acomodo de materias que se ajusten y potencian, una contra todas, en objetos raros...

-Qué decirle...-repuso tras un silencio en el que se allegó la mano a la ceja y la rozó-  yo me sacudo la murria en casa entornando los ojos y...

-Y se duerme -lo amonestó Plinio falsamente-, que no es la primera que le pillo tan telendo en su tresillo sacudiéndose ansiones al modo horizontal.

-Es que yo es poner los molletes en esas blandeces y caigo... Pero no, no. Yo veo cómo los colores de la televisión y su lucerío se reflejan en el aparador, y salen manchas muy vistosas que solo allí veo. Son líquidas, más suaves que las que salen de las lumbres.

Aquel libro fuera leído en viajes de tren de cercanías, subrayado y anotado, señalado, reseñado,y forrado. Finalmente perdido en uno de aquellos vagones coches. Se preguntó pero nada se supo. 

-Es que yo -continúa Rafael Wízner- me fijo, clavo ojos en lo que otros no ven...siempre estoy atento a lo que puedo aprovechar de la vida. De la vida, no, más bien de lo que sucede de continuo que a mí me valga.

-Como por ejemplo...

-Pues mire, en lo de la Rocío. Si se ha fijado ella usa de navaja; una del dos con la que taja cantos de panes, abre sacos de harina o pringa la manteca. De vieja es bonita. Brillan sus cachas que son de como pisto pero rosado, sus casquillos rebrillan con el continuo aceite de la churrera y aguas tienen como la serpentina y el jaspe.




Des Esseintes enjoyó aquella tortuga tanto que la rebentó. Un diorama catadióptrico refulgía en su caparazón que proyectaba en los cielos artificiales aquellas falsas y bellas auroras boreales. 

-O en sus propias gafas -sigue Rafael tan aína en su peroración-, mire esas vetas amarillas en el rojo, una concha magnífica.

-Conchas, conchas -repitió Plinio- no va usted a encontrar caídas en los encinares como las cuernas de venados...

-¡Toma, ni en los ojos de Ruidera! Pero sí he visto que en la mercería venden lañas del pelo con mariposas grandonas de, sí, concha.

-Falsa, falsa. No es lo mismo una que otra. Claro que...

-Tenga -atajó Rafael Wízner tras haber metido mano en su faldriquera-. ¿Le parece falsa? En el pelo de las muchadas lucen requetebién -en la mano de Plinio había depositado una laña del pelo con una mariposa de concha artificial.

-Hombre, Rafael, sí que luce, sí.

-Acetato, Plinio, y voy a ver si lo negocio en planchuelas de, al menos, medio centímetro.  Y este cielo empavonado, imagínelo en la hoja de una navaja fina.

Joris Karl Huysmans dispuso que Des Esseintes fuera matemático en su estética, y esa pulsión movía su comportamiento. De ética se hablará si se puede, o se continuará hablando.




















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