sábado, 10 de diciembre de 2016

II NAVAJA DE TAPITAS DE RAFAEL WÍZNER EN PALO DEL DESIERTO/COUTEAU DE RAFAEL WÍZNER EN BOIS DE FER








A Rafael muchó le gustó esta madera que negoció Hefesto a fin de que le hiciera la compostura a una navaja machete de tapitas.
-Tiene la greca muy vistosa -le pone parsimonia, que no pasividad-. Mucho. La veta forma así como vueltas que quedan...

Quedaran tan bien como se supusiera. No asciende -ni desciende- a particulares. Palo de hierro de los desiertos de Sonora, de Arizona, de México. No la vio nunca el artesano, pero no anduvo corto ni tardo en parar mientes en la madera. De súbito la capturó, la mesuró, la valoró. 
-Algún trozucho habrá quedado, no sé si dará para otra -piensa y dice prudente-. Tú la tienes ahí, tuyas son.

Sí quedó, menos de lo que se pensara, que no se es perito en  medidas, mordidas, pulidos y quiebras (otra se le solicitara, pero no se traerá ahora, que ocasión pide aparte).

Pareciera que Rafael, peripatético, se apartara para tertuliar por los arrabales, allí donde el viñedo pone lindes a Santa Cruz. Se ve algún olmillo abancalado, muriente y deshojado. Piensa el navajero en el artefacto, toreando lindezas del amigo que en seguida se levanta a las regiones del arte. No se da paz Rafael en rebajarlo.
-Cada uno sabe de lo suyo. Que yo a esto no me he dedicado nada más que desde hace muy pocos años. Estas de lujo no eran las que se montaran antes.

Le ha vestido Wízner al machete un vestidillo de día mayor. Alpacas con viseras, arquitrabes dorados; ámbar en la madera que acoge lucerío del metal que la limita. Se van las vistas hasta las huertas, que Rafael tiene -y tuvo- algún arbolillo lindero del que el artesano trajo cachas para obrar y labrar navajas.








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