martes, 10 de noviembre de 2015

6 NAVAJA DE HALOWEEN CASE-KNIVES CASE OF HALLOWEEN






Las había porcinas, las calabazas. Grandes y alargadas, blancas de cal o verdosas y jaspeadas. De ellas se sostenían los cerdos, y de patatas. Por las mañanas se les hervía un caldero con estas. Crecían en el bancalillo del río, y si se ponía mata en el panizo, tanto chupaba la calabaza que no dejaba crecer bien las rectas matas vecinas. Del panizal habrá que acordarse, de las panochas que se desgranaban cerca del fuego bajo en grandes espuertas de esparto. Qué alegría el desfarfollar y dar a la luz a una colorada. Este color no se podrá decir y me parecía y me parece aún el más límpido y gozoso de todos los que en los días de mi vida he visto y aun veré. Un hilo del bancal quedaba para el de rosas y ahora se hacían enmieladas, tal bloques de cemento, y las saladas. Los tostones se roían y mal era el que se escupiera a la lumbre. Se endulzaba con aquello y bastaba, pero no tanto que no se mezclasen patatas en fritura con boniatos y el panaché era goloso. Ya la hartura tenía su remate en la castañada, el lebrillo matancero colmado como celemín de castañas desiguales pero todas con su gota de azúcar y su humo de leña que se engullían al engorde no lejos de la lumbre, con la inquietud del corral y sus chillidos. 

Sin el Halloween de los santos era aquello, que aun sin conocerlo se celebró. 



Son navajas Case de encendidos colores de calabaza, de otoño, de puerta de corral. Limpias, cortantes y, en lo general, bien compuestas. De hueso todas para Todos los santos. Siempre se las trae uno al bolsillo ahora, y en la bolchaca se santifica la mano y concitan la cornucopia de los frutos de la temporada. Bien sean traídas ahora y siempre.






 


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