SEXTA PARTE: LA RESOLUCIÓN, EL CAFÉ DEL TIEMPO Y DOS MACHAQUITOS
AMARGOS
En
los sillones orejeros del casino se sentaron cuchillero y profesor
ante la panorámica de la cristalera.
-Pídame,
Rafael, por si viene antes de que yo regrese, un café descafeinado
de sobre, cortado, con sacarina, y del tiempo.
-No
vengas con melindres...¿del tiempo es con hielo, no? Pues dilo así,
que no te vas a sacudir el mote del lomo. ¿Y dónde vas?
-A
la farmacia de Reche. Ahora le digo.
Trajo
Manolo, el camarero titular del casino, la comanda. Wízner no tocó
la suya hasta que regresó el profesor.
-Nada,
he ido a preguntar por si habían vendido material de cura... Ya
sabe, mercromina, vendas...
-Pero
si eso es corriente, no sé dónde vas a parar.
-Pues
a la mano. A lo que me parece, los arrebatadores del olivar no se
valieron de herramientas de corte sino que arrancaron los árboles
como si se tratase de hortalizas.
-Existen
los guantes, Antonio.
-Y
la improvisación, Rafael. Quienes lo hicieron no eran jornaleros del
campo, ni sabían bien cómo hacer aquel trabajo.
-Y
eso lo lleva a …
-A
preguntar en el dispensario. Ya me ha dicho Juan Cristóbal, el
celador, que en estos días nadie ha ido a una cura de manos. En la
otra farmacia no ha habido suerte.
-¿En
la de Reche sí?
-
No lo sé aún. Déme media hora y se lo confirmaré. Háblame
mientras de los Escudero. ¿Cómo trapichean en lo de las
antigüedades? Peristas a lo que creo, también vacían pisos y casas
en toda la zona, y hasta en los Madriles, dicen.
-No
estás cojo, Antonio; sabes más que yo. Pues ya los ves, mueven
mercancía sin ocultarse. Si vamos hacia la fuente vieja allí los
verás ahora, están en sahariana de lino, cerveceo y cambalache. Se
les ve sacar y meter cuadros, mueblerío de iglesia, esculturas de
bronce, escayolas. Vamos, eso lo sabrá hasta tu amigo el cabo.
-Ya.
Están denunciados, y se hace la vista gorda porque de los delitos,
los suyos no son los graves. A veces compran mercancía a los payos,
cantareras, lebrillos, romanas, navajas viejas, trillos, alcuzas,
cromos antiguos... y mucha carcoma.
-Y
hasta navajas de descarte, que estamos en vivar cuchillero.
-Sí.
Yo lo que quiero saber es cómo lo venden fuera del pueblo.
-Que
yo sepa, dicen que se los ha visto en el rastro de Madrid. Allí
están dos o tres hermanos, padre o tíos de Dionisio, el gitano con
el que hablamos.
-Vale,
ya adelantamos. ¿Les ayuda alguien más?
-Hombre,
se les ve con otros gitanos y no solo de la comarca; no sé, de la
Solana... Y a veces les trabaja algún rumano.
-¿Rutanos?
-lo dijo sin ironía el profesor.
-No.
Aquí hay alguno que de tanto en tanto se llevan para cargar, montar
sus paradas donde vendan, en el rastro, por ejemplo....
-Pues
ya está. ¿Tiene usted ahí el móvil?
-¡Joder,
Antonio, un profesor sin teléfono! No sé a qué espera. Tenga.
-No
me lo dé, no sé el teléfono del cuartelillo. Me pasaré ahora
después.
Tras
algunas reconvenciones del cuchillero bien recibidas por el filósofo,
dejaron el casino con cita fijada en horas no caniculares.
En
ese momento, cuando el lento crepúsculo de la anochecida se va
cuajando, salía el vecindario a los paseos por la travesía. Los
obreros de los escasos talleres, el mocerío de los supermercados del
polígono, los que laboraban el campo... todos ahora aseados y con
ropilla fresca. A esta tropa recién duchada veían pasar cuchillero
y profesor por los ventanales del Casino.
-¿Qué
te ha dicho el cabo, Antonio?
-Se
lo he dicho yo a él. En la farmacia de Reche el mancebo es exalumno
mío.
-Y
todo el mundo te conoce por tu afición tanto o más que por tu
profesión.
-Me
ha dicho que sí, una rumana o búlgara blanca compró vendas,
Betadine, algodón... Y la judicial ha hecho lo que debía. Se han
encontrado al marido con las dos manos llenas de borregas reventadas.
-¿Qué
borregas? Sea usted cristiano.
-Bambollas.
De pena. No podrá coger herramienta en una semana al menos.
-Colorín
colorado... Pero eso creo que tú y yo ya lo supimos el otro día.
-Una
cosa es la verdad y otra la justicia.
-Antonio,
que se apañen entre ellos. Mira que te lo tengo avisado.
-Los
Escudero sin agua porque Anastasio y su pozo para el goteo los
desabastecen. Por cierto, ambos pozos, ilegales.
-Como
el noventa por ciento en La Mancha. ¿Y lo de la navaja francesa?
¿Cómo ha quedado?
-Es
con seguridad mercancía de ellos. Como me ha dicho usted, venden
antiguas que compran a cuchilleros de aquí y de Albacete, más las
que arramblan de los pisos que vacían o que reciben de sus
trapicheos.
-En
la navaja no ponía el nombre de su dueño, Antonio.
-Fíjate,
a veces ceden piezas a una tienda virtual: Zonacolección. La llevan
gitanos de Madrid de la calle Carneros.
-¿En
el rastro?
-Claro.
La navaja la han retirado de la venta. Está la descripción pero no
la foto. Responde a la que encontraron en la finca de Anastasio.
-No
me cabe la menor duda. Al Escudero que dirigía los trabajos de
desarraigo se le caería...
-Seguro.
-Es
una firma, lo sabes.
Antonio,
profesor de filosofía, bajó la cabeza y se abismó en las
geometrías de la vieja baldosería hidráulica.
-Ahora
todo está en la calidad del cante jondo del rumano. -Ante el
gesto serio de Wízner, tuvo Vizcaíno que aceptar prevenciones-. Sí,
ya sé, uno mafioso y corruptor, los otros, chalanes, peristas,
cambalacheros de ventaja...
-Un
muchacho amargado, varios guardiviles guasones... Y no ha habido
muerto que llevarse al coleto.
-Pero
sí un pringado.¡Manolo -se dirigía al camarero que en la barra
aburrido, repasaba un Marca del día anterior- ponnos dos Machaquitos
con hielo! No nos amarguemos -dijo impostando ahora la
voz .
-Dos...
-repitió en voz queda Wízner.
-Ya.
-...pringados.
FIN
un gustazo, muchas gracias
ResponderEliminarGracias por visita, paciencia y comentario. Un saludo.
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