QUINTA PARTE: CEREZAS EN AGUARDIENTE Y CODORNICES
Estaba
de cara a la alacena Antonio Vizcaíno en trance de elegir algún
melindre con que empezar el día cuando oyó, primero un pitido de
coche, y casi sin intervalo el voceo de su nombre.
-Que
me ha dicho el cabo que los Escudero han venido al cuartelillo esta
mañana.
-
¿Qué? -Hacía el profesor el gesto del auricular para dar a
entender que no oía-.
-¡Coño,
Antonio, que no puedo gritar como el tío de los colchones¡ Los
Escudero han ido al cuartel, y no saben nada de lo de la iglesia...
-Vale,
Rafael.
-Me ha
dicho -silabeaba Wízner para que el profesor oyera y leyera labios-
el cabo en el bar que te lo dijera.
Levantó
el brazo para mostrar comprensión y acabar las prisas del
cuchillero. Abismado, se dirigió al poyete de la alacena y tomó un
frasco de cerezas en aguardiente; se sirvió y mojó en el licor
delicadamente ferruginoso una enorme magdalena de horno.
Fue
así, recuperando un trozo de magdalena del fondo de la copa tallada,
que a Vizcaíno le llegó en un instante sin destellos la luz de la
clarividencia.
Descolgó
el teléfono y marcó.
-¿Marcial?
Soy Antonio Vizcaíno.
-Instituto
de educación secundaria de Santa Cruz de Mudela. Dígame.
-Oye,
Marcial. ¿Tenéis ahí gomas de riego?
-Yo
siempre tengo gomas de riego -rio lúbrico el bedel interino pero
eterno-.
Las
bromas abiertamente sexuales del sexagenario le rebentaban tanto como
su indiscreción.
-Marcial
-No se atrevía a decirlo del modo recto, y las perífrasis no le
venían-. Marcial, tenéis -se santiguó Vizcaíno- la manguera
preparada, digo, en buen estado, digo, en funcionamiento, digo si la
has visto hoy.
-Antonio,
estás verbenero. El verano te está sentando bien. Manguera
preparada y en orden de revista, que decían en la mili.
-Marcial,
no nos aclaramos. Me refiero a la del patio. -Evitó decir manguera,
lo que contrariaría al bedel-.
-Sí,
hombre, sí. Ya lo he entendido. Está mojada, en el jardín.
Jaque
mate.
-Bueno,
gracias. Dile a Aurora que se ponga si está ahí.
Era la
bedel con la plaza fija, viuda y con hijo en 2º curso de la dichosa
ESO. Tenía vivienda en el mismo centro educativo.
-Aurora,
soy Vizcaíno;¿habéis tenido algún destrozo en el centro, del tipo
que sea?
-Sí.
Hola lo primero, Antonio. No... bueno, sí. Han aparecido en la valla
dos manchones de pintura en espray. Justo por donde yo salgo, no por
la principal ni por la que salís los profesores.
-Ya.
¿Y tú te acuerdas, que estás siempre en conserjería y ves pasar
delante de ti a todo el instituto, qué alumno de los que cursan
religión se negó a hacer la confirmación?
-Sí,
diga, diga...Sí -Insistía Vizcaíno al no tener ninguna respuesta y
estar la línea libre-.
-¿Es
que no lo sabes? Fue Toni.
Ahora
era Vízcaíno el que se quedó mudo.
-¿Toni?
¿Tu Toni? Es que yo nunca lo he tenido como alumno. Ya sabes que yo
doy filosofía, y en estos niveles se elige entre esta o religión.
-Ya lo
sé. - Se había rehecho algo la bedel-. Es que yo sé que tú eres
muy despistado. Pero ha habido muchos problemas con mi hijo. Le han
amargado la vida sus compañeros de curso. Todo empezó cuando
amenazó al niñito hijo de la presidenta de la Asociación de padres
y madres porque no quería que se refieran a él, a mi hijo, como “el
hijo de la portera”.
-Algo
de eso sí que oí...-Intentaba excusarse el profesor-.
-Llegó
a las manos dos veces cuando oyó que se referían a mí como “la
portera”. Todo se lio, mi hijo es débil, y se cebaron.
-Se
negó a tomar la confirmación por esto, ¿verdad?
-Fue
el único del grupo que no quiso.
-Bueno,
¿dónde guardáis los objetos que los profesores confiscamos a los
alumnos?
-Pues
salvo si es de valor, como un teléfono, que se queda en el despacho
del Jefe de estudios, lo demás lo ponemos en una caja aquí, en la
misma conserjería.
-Ya.
En esa caja habrá algún cúter y botes de pintura en espray, ¿no?
-
Cúteres, bastantes; y, sí, algún que otro bote de pintura. Tengo
la caja delante.
-¿Y
navajas?
-Seguro
que habéis quitado alguna, y de hecho igual hay; pero tendría que
vaciar la caja y mirar despacio.
Ya
tenía Vizcaíno la averiguación hecha, y no colgó sin antes
pedirle a la conserje una pequeña diligencia que el propio profesor
calificó como menor, pero que no dejó de inquietar a la atribulada
mujer.
Por la
tarde noche se pasó por la fragua de Wízner y puso en antecedentes
al cuchillero, salvo el de mencionar el nombre y la filiación del
menor, aunque sí dejó explicadas los motivos de su comportamiento.
-Bueno,
Antonio, hasta que los padres no te lo confirmen...
-No
hará falta, lo sabes. Con que el chaval sea amonestado por su madre
o padre, que es lo que yo pretendía, ya me vale. Y le ahorramos la
conmiseración pública de compañeros y psicólogos.
-Así
que el muchachillo ha remedado la primera acción, la de los olivos,
y lo ha aplicado a su caso particular.
-Con
la innovación de los monigotes amenazantes. Pero no olvide que este
es un caso de venganza noble, sí, no se ría, cambie “venganza”
por “defensa” ante un grupo de gilipollas que la emprenden contra
el compañero débil. Y los gilipollas no tienen edad.
-Sean
Anastasios, Escuderos, o alumnos de la ESO.
Como
estaba el cuchillero entretenido en su afición, que pedía aquellas
horas para ejercerse, fuera de los calores fuertes del pleno día, se
fue Vizcaíno dubitativo. Optó finalmente por cenar en el bar del
paseo un par de codornices asadas sobre lecho de papas al aroma de
laurel del “dolce stilnuovo”, que así las pedía.
(CONTINUARÁ)
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