lunes, 17 de julio de 2017

NAVAJA LA MANETTE O UN MOTERO DE TÍJOLA (PEDRO MATEO ENCINAS)







NAVAJA LA MANETTE-COUTEAU LA MANETTE DE RAYMOND ROSSA.
















UN MOTERO DE TÍJOLA 
(AQUELLA MANETA DE LA MOTO DE PEDRO MATEO ENCINAS).

Se recuerda a Pedro Mateo Encinas, el Abogao, moscardonear por la carretera de la estación de Tíjola con aquella moto de suspensiones tan altas y de ruedas de tacos gruesos como tarugos. Se iba en las curvas, y yendo de paquete uno no se mató porque la Virgen del Socorro nos tuvo lástima. Se cimbreaba y culeaba en las revueltas que bajaban de Bayarque, y se vio la cara de la muerte horrenda cuando se tumbaba, barriendo con las cubiertas los chinorros de las cunetas hondas. 

"Anita, a ver si se pone tu hijo el casco, que vamos a tener un disgusto," decía  sin fe el municipal, alias Jarricas, a la dueña de la frutería-pescadería. En vano era, al parecer. Pedro, Pedrín, atormentaba el vencindario en ráfagas constantes según la hora e inesperadas en su acabamiento. Si se iba a ver a su abuelo en la calle Oliveti, tomaba la cuesta que subía desde Las Cuevas con el brío del Challenger venciendo las gravedades planetarias. Y luego derrapaba con violencia por el cemento, culebreando hasta el serón de la burra atada. En la esquina ya con la calle Bayarque, no se aquietó nunca, que sin ceder alientos ni pasos, la tomaba cuesta abajo insensible a siestas y a deambulaciones de ancianas con espuertas. No hubo atropellos más allá del miedo, y si Pedro no miraba, los otros lo hacían, y así se iban salvando todos encomendados al cielo.

Ocasión hubo en que triste iba de paquete bajando hacia el puente del río camino de la estación cuando un fragmento del motor saltó con más decisión de lo que yo tenía. "Pedro, para, para, que  algo se ha caído". Y no paraba ni paró hasta cuatrocientos metros más allá, ante los desesperos del rogante y la persuasión de que la motocicleta estuviera averiada más de lo que le convenía.

Pedro, Pedrín, siempre fue decidido para el motor. Se le recuerda constante dando caña. Bien en una DKW por el cauce seco del río Almanzora, a los 8 o 10 añillos, mientras José, el hermano, le colobaba las marchas; bien probando a hurtadillas un Alfa Romeo venido de Suiza mientras los demás en las fiestas probaban su primer cigarro; bien acelerando sobre laderos un tractor medianete colmado con sacos de habillas (dos accidentes hubimos en el mismo día, y solo se abolló algo una gran romana: "¿Es que no te montas? A ver si van a decir que el V... es un miedoso... Que ya no os esturreo más...-y reía socarrón el tunante-). Habrá que decir que la suerte siempre, sino a todos, a él lo acompañó. No sé decir cómo iba hasta Murcia durmiendo y luego regresaba entre vahídos por esas terreras. 

Dicen que el joven que sale intempestivo rodando frenético en el film "Local hero" se inspiró en él.  Quizá no sea cierto, como sí lo es que cuando se bajaba de aquella moto-cabra sonreía como Mel Gibson en aquella de Mad Max. Y el chasquido de esta Maneta me lo trae a la mente, que si esta frenara, aquel, Pedro Mateo Encinas, Pedrín, no.




Todo lo que fueron temeridades y fortuna, lo es ahora prevención y juicio. En su fructífero negocio del Rancho Chico, el mejor del ramo allí, administra seriedades y retrancas, que siempre tuvo.

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