jueves, 9 de marzo de 2017

10 FUNDA DE NAVAJA: COUTEAU LE PIÉTAIN VERITABLE PEGEON-RODDIER/COUTEAU L'AVEYRONNAIS


 Mossén Raimundo Lulio creyó hasta donde quiso que dentro del hombre había la estelada, como quiera que pinchosas herían, pasó de la lición a la activa meditatio yéndose al moro. No siempre se alentó la incardinación humana en su jardín natural por lo que se le ponía marco a la criatura con tal de hacer clara diferencia entre aquel y la campiña, el ejido y la calleja o placilla (perdida la memoria de ágora).  
La desnudez será espiritual y la producción, en los talleres de los pintores sacros -todos lo eran-de la virgen de la leche solo creció con el gótico florido. Era la nuditas virtualis con hálito de pajar con nacimiento.






La nuditas criminalis (líbido y vanidad del cuerpo) aparecían como exemplum per negationem (si bien no perdían los canteros en aquellas obras interminables de alucinar sirenas en los abultamientos de capiteles). El desnudo de oficio era raro en las iluminaciones de los libros de horas, en los beatos y, particularmente en los de placer (la caza vibrante en el esfuerzo  de la cinegética diera para torsos de lanceadores, flechadores fornidos y ciervos en berrea). El meramente indicial sí que ocurrió (es famosa la escultura en relieve de la mujer arremangada con las tijeras de esquilo). El pueblo bestial oscilaba entre dios y los dioses, vibraba con las lucecillas muertas que iluminaban los frescos, y se solazaba con las tablas y aleluyas pétreas en las que el nalgueo era azogue (los obispos -sabían ellos- tenían altarcillos portátiles con sicalípticas historias áureas).

La ambivalencia del desnudo vino cuando se enfundaban los cuerpos que  antes no lo estaban. ¡Se esforzaron tanto los exégetas paganos y los nuestros en educar la emoción de la carne como catapulta al éxtasis moral...! Claro que el contemplador se distraía con facilidad confundiendo ambas esferas, y el mismo ignorante que fiaba en Dios, aprendió pronto a poner deje de rapto católico.
La funda para ocultar y vestir, para dosificar la belleza y los deliquios; la funda que ocultaba, la vaina que tan a mano se toma cada vez para manosearla. A veces con lo primero que toma la mano se pone el eclipse a la desnudez acerada. No todo vale, pero casi todo.







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