viernes, 17 de marzo de 2017

1NAVAJA DE RAFAEL WÍZNER EN MADERA DE HAYA-COUTEAU DE RAFAEL WÍZNER EN BOIS D' HÊTRE




NAVAJA MACHETE EN MADERA DE HAYA DEL DOS GRABADA
DE RAFAEL WÍZNER RUIZ



En los aperitivos, no se solían encontrar Wízner y Plinio, que el primero andaba frenético con la huertecilla, el olivar, las nietas, los viajes del Inserso... Pero no le disgustaba parar codo en la barra si había buena compaña, como era el caso.

-¿A qué echa ojos usted, Manuel, que le veo azogado como mula abrevándose en pilar extraño?
-Nada -dijo Plinio-, es que tengo cimbreo -y acompañó respuesta con pendulación de culo.
-Estará flojo...-y señaló con la barbilla el taburete alto de brevísimo respaldo.
-Desde que me jubilé, en vez de ganar, he, incluso, perdido. La santa me pone pipirranas los pares, y gazpacho los impares. Hasta el vino, sin decirlo, me lo mide.
-No querrá enviudar tan pronto -le echó guasa Wízner a tema tan tremendo.
-Muchos, y tiene razón mi Gregoria- han rebentado una vez han dado de mano del tajo. Isidoro el de Las Colmenillas, Vicente el Rojo, Zafra el de Amalia, Espín, David el de la Seat, El hombre del tiempo... De todos le he dado noticia.
-¡Qué tristuras me cuenta hoy, Manuel¡
-Por eso mismo. ¿Y comer alfalfas de pesebre cada noche? ¿Qué cenas son esas? Me empanzono como burra ahíta y se me descompone el cuerpo.

A esas horas de media mañana ya empezaba a llenarse  la bodega del Manquillo como todos los sábados. De los contornos acudían gentes al arregosto de la pequeña villa santacruceña. Antes, a mercar ajuares de jornaleros pobres, a sustituir el cencerro, a vender chotos, a cambiar la bestia -que se daba para salchillones según se decía-, al cominero, al hojaletero de las alcucillas, al relojero... Ahora, a la caja de ahorros, a los médicos sino era de mucha especialidad la precisión, al pub, y a los bares.

-Manolo, tendrás que cambiar el asiento si no quieres que se estropee aquí Manuel...
-¿Se llama también Manolo este fámulo? -le dijo entre toses a lo bajo Plinio-. 
-Sí, siempre me lo pregunta; igual que aquel Perona del que ya sé vida y obra -le constató Wízner-. ¡Manolo -volvió a insistir-, que se cae Manuel! Haz gasto en asientos, que te quedarás sin parroquia.
El camarero,  calentando leche para un cortado largo y con la vista fija en el chorro de vapor, les dio con socarronería respuesta:
-Si ya no se encuentran como estos, de aneas. Y mi padre ya tiene vistos unos de no sé qué madera...
Una voz de cueva, a lo Júpiter tonante, que salió de la cocina ,corroboró:  De haya, serán.













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