miércoles, 1 de junio de 2016

3 NAVAJAS A ESTAJE DE RAFAEL WÍZNER







No es esto traca, no lo pareciera. Pero luminosa palma la breve panoplia de estas de Rafael Wízner. Todas a estaje; encabadas a maravilla la última y la prima. Como ya hayan sido presentadas las de asta de toro (pavón real, más que cuerno) y la 
de concha (rarísima materia esta que no lo es natural pero sintética como mejor se pudiera encontrar) se hizo hincapié en las nacarinas. 

Son hermosas y dejan escuálida cualquier laguiole por anchas. Llenan la mano bien, la colman sin impedirle. Muy buenas se presentan para el corte en almuerzo, y no tendrán comparación en tajo de embutido y queso; valdrían para cebarse en pernil o desollar un corcino.

No son barateras, ni se las encuentra ya donde se las busque sino en la bolchaca de Rafael Wízner. Puede observarse sin guiñar ojos el entretenimiento que tienen; véanse los limazos de la cachicuerna, su precisión, su presión, su constancia, si ritmo, su compostura, su equilibrio de electricidad. Eléctricas las devuelve Rafael si quiere. Los ojos de perdiz, las orejillas recortadas, el contraste del latón y el acero o chapa. No mereciera más que mirarse y admirarse, uno y ciento.  No cupiese tanto jabón por merecido que fuese porque pudiera fastidio caber en torpes palabras, cansinas. No obstante uno no puede abstenerse ni la contención cabría al verlas, aparejadas, cortantes, filosas, iridiscentes, honradas y raras. Más se tuvieran, ojalá. 

Ya se viera a Manuel González en Tomelloso sacar en casa de la Rocío una tal, para aquietarse  de las lisuras ante su café con churros.







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