sábado, 18 de junio de 2016

3 NAVAJA DE CABALLERO ALEMANA: RICH. ABR. HERDER SOLINGEN

NAVAJA ALEMANA



De ellos supe cuando ya tenía los ojos llenos de bestezuelas, vendada la vista por una cinta vaporosa de luz cegadora, radiante, de centelleantes cicindelas tomada...tal de la Corfú de G. Durrell. Se lo contó a Hefesto el padre que trabajara en las canteras de Macael, cuando aherrojado estuvo (tanto, que en bicicleta de cuadro grande y barra, de hierro, usaba para, en recuesto, acudir cada mañana, con la fritada sin conejo, al tajo desde los Tíjolas). De maravilla no menor le sonó. Entre el pedregal deshecho con cascotes de mármol y serpentina, removida la tierra herida, sin más matas que un cambrón mustio, aparecieran ellos. Delgados tal monedillas, fichas más de tragaperras que animal. Los caracoles aparecían por veces, cuando el rocío depositaba una delgada película en las aristas del pedrerío. Y de la nada se iban, que de donde no se esperara hubieron llegado. Nunca se han visto sino en la caja catódica, y apenas.


Del color de las chonetas (xonetes) que adoban la paella al romero. Así se la vio a esta navajuela mínima. Allí en Amsterdam se estaba en una de las abastecidas y puestas tiendas de anticuariado. Se recuerda que necesitara Hefesto que se le prestasen gafas,  -y de mujer, con patillas moradas- que causaron risa floja en los taimados dueños. No poca sorpresa se dio de ver que del infinito laberinto de aquel establecimiento que más nave de Noé figuraba se encontrara la minucia de precio como era y es aún. De 6 cms de largo el óvalo y uno de ancho, su grosor el de una habilla de 0,6 cms escasos. De sus hojuelas no se adivina utilidad salvo la de abrir cajita de rapé, destapar la funda de un reloj de faltriquera, romper la hebra en una camisa de seda, curar pipa de brezo y revelar dádiva galante en sobre con billete (como espejuelo de pestañas se ha constatado su valor, asimismo). Su materia es bella y rara, como no pueda igualarse. El cajoncillo de plata alemana no dejara de grabarse por  impericias, que de tan íntimo que se llevara como cordial no se concibió pérdida, salvo que de natural se tuviera el fin uno, como fue. 

En Eduard Kramer Antich hablan inglés bordado, y nada de español adivinan, nada, ni la socarronería.










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