No se comprendía el jaez de esta robusta navaja; no las circunferencias en asimetría no buscada entre los dos plásticos que forman el mango, no los bocados en la nacarina que delimita su perímetro, no los limazos de muela a lo largo del muelle, no su diferente intensidad en su aplicación, no que la lengüeta que desbloquea también mordida. No.
Sabido es que Rafael es sutilísimo con las limas y limillas. Tanto lo es que más avispa o libélula que quema el metal parece, por lo certero y puntual -su precisión de relojero de antes se admirara-. Limpiose con contenida policía, se aprestó el filo sin pulir la hoja en la calle Bolsería y se le dio Aladín y lanilla de acero. El navajón de mitras de aluminio -lo pareciera de este metal flotante- no tiene holguras ni menoscabos salvo los dichos, es apretadillo y bien compuesto. Como su generosidad es cómoda, se usara para el tajo de chacinas y almuerzos de corte. Cumple en absoluto y gozo diera y da. No se supo la mano que lo vistió de adornillos nerviosos pero ya no se preguntara.
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