viernes, 10 de febrero de 2017

XV NAVAJA DE RAFAEL WÍZNER EN MADERA DE BOJ-COUTEAU DE RAFAEL WÍZNER








No calló la lluvia en La Mancha en tres días, como si mearan vacas. Tanta y tanto cayó que ojos, esteros y charquizas volvían a llorar después de tres temporadas de pertinaz sequía...

-¿Se acuerda, Rafael? -dijo Plinio mientras ambos saltaban el tranco de la churrería-. En los partes se decía aquello de "se sufre una pertinaz sequía". Nunca las sequías fueron propias de la estación ni del clima.

-Y en el Nodo -completó Rafael Wízner.

-La sequía, pertinaz, tenía la culpa del hambre, de la emigración, de que luego viniera el frío -ironizó Plinio.

-Y de que el Gobierno fuese bueno, pues cuando venía malo, amparaba de su tierra miserable a los pobres españoles 
-pronució expresivo Wízner "miserable".

-Sí, Virtudes, ponnos dos cafés en pocillo de esa olla que tienes, y media de churrejos -comandó Rafael-. Esta no es la de su pueblo, Manuel -siguió Wízner-, pero verá... ni pizca aceitosos, y coscurrosos.

Se acodaron en el mostrador mientras la churrera sacaba la rueda. La cortó con unas tijeras grandonas de esquila y  les puso en un papel de estraza los churros. "Sin azúcar" dijeron entrambos,  que eso eran "novedades de ahora sin fuste y mucho melindre".

-¿Ve usted ese palo con el que se maneja la Virtudes? -retomó Wízner en tono quedo-. Está quemado, oscurejo. Por contra, la pala de las papatas, mírela, casi naranja. De boj.

-De esa madera tiene -observó Plinio- mi Gregoria cucharas para el aliño de las aceitunas.

-Le pasa como al asta de venao, que contra más vieja, mejor lucida -hablaba Wízner de su experiencia-. Si me hiciera con cachos... Imáginese una navaja encabada de esa madera, con la hoja deslustrada por uso, de un gris húmedo.

-Y con ese latón o plata alemana que usted, Rafael, les mete a las suyas.

-Métanle mano a esos churros - les regañó socarrona la churrera- que ustedes se arregostan y los otros desayunantes se ven destorbados.

Y se reía Virtudes la churrera, joven, apretada y mollar.

-Sí, Rafael, metámosles mano (...)













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