lunes, 20 de febrero de 2017

3 NAVAJAS DE NIÑO EN BAYARQUE Y TÍJOLA-COUTEAUX D' ENFANT

"Con estas navajillas, o cortaplumas, uno se va huyente al panal del hombre, su infancia. El homo faber se inició lanzando piedras, uniéndolas con líneas imaginarias y trazando constelaciones. Empezó, su naturaleza hubo mandado, de homo ludens. El tablero fue la tierra misma, sin asfalto, amorosa en ser hollada, hendida, tatuada.  Por el eje mínimo de la navajilla de sacar punta a lápices con las tablas pitagóricas de las multiplicaciones se sube o baja al patio del colegio".



NAVAJA MIKOV COMPRADA EN CASA DEMÓFILO DE TÍJOLA








Esto ya se dijo, ahora quedará subir. La navaja, la navajilla -mejor-, sustitución de honores, de años, de lanzas. Se daba, al parecer, en algunos pueblos y cortijadas de Almería, una al chavalón huido de la escuela a los trabajos duros de la adultez."Que ya eres mayorcico, así que ya sabes, toma". Era tomada con unción, y el niño-hombre, no tan "gordico" , o mayor, era armado caballo de campo, batalla de jornal, mano sin guante, albañil de chozas y pastor de hambres. No se era la navaja pueril noble sino, antes al contrario, ajuar de la persona, como los harapos que se vistieran o las abarcas esparteñas.

Como con estas se comieran los tocinos, se empujaran las migas o se cuchareteara en escudilla no le cabía el símbolo. Débil eje y pilar. Más fuera metáfora del bardal de cambrones. Pero con ella también se espejeaba. El juego daba de mano al niño cuando se empuñaba. Ya no funcionaba el "como si..." que suspendía las reglas populares y newtonianas.

Antes, en la calle Oliveti de Tíjola, Almería, se iba buscando hormigas, aquellas chinches de regaliz con el esqueleto de losanges colorados. Estaba sin asfaltar y se podían hacer guacs o guas para el juego de bolas. Se recuerda una mañana, temprado, con el sol salido apenas sobre el cementerio, que se iban buscando colillas para desmenuzarlas en una caja de plástico transparente y ofrecer aquel tabaco de segundas bocas al pater familias, el abuelo Ramón. Aquella mañana se habló con la hija de Cayetano, Luisa, que se ahogó en Cela. "¿Que estás haciendo?". Se le respondió breve, que no entendía qué juego era aquel. Y no lo era en realidad, que se recolectaba para la supervivencia del clan. Mucho se anduvo con la navajilla en el bolsillo por aquellos montes, por Los Cortijicos, la Fuente el Huevo, la Muela, por encima del cortijo del tío Antoñón... en busca de capota. En Bayarque, mientras, a los hermanos de Hefesto se les entregó, aun antes, sendas navaja en dotación, unas Gómez en forma de uso, "navette" que dicen los franceses. Se pelaron cañas, ramas de almendro y de almez, se amolaron en piedras de picar esparto, se partieron allozas y grandes peras de pan de los marchales.

A la escuela de Bayarque, en la plaza de Arriba, se fue al colegio. Se soltaba a la contenida algarada en la plaza misma, fueran mayos o febreros, y salían los niños aquellos con cuerda dada y azogue, se daban continuas vueltas para que el cuerpo se recompusiera en aquellos fríos de entonces. Pero eso fue antes de que se les entregasen las lanzas honoríficas a la menguada legión.

Fueron aquellas navajas rayos de sol, ejes que intervenían desde la bóveda celeste en la materia para humanarla. Atributos sino de Minerva sí de manes despreocupados que triscaban por los riscos en busca de gollerías, piedras coloradas o alcaudones. Honores, sí, fueron.






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