lunes, 26 de septiembre de 2016

1 LOS CUBIERTOS PLEGABLES (ANTIGUOS CUBIERTOS DE JIRA)


Marco Polo no comentó de cubiertos en su libro, habiendo soltado la lengua en las lúgubres tabernas del campo campo natal. No, no lo creyeran, por lo que solo mencionó vajillas de fino caolín, del grosor de la cáscara de los huevos que de los nidos de vencejos caían a la Piazza.


San Isidoro contara en su biblioteca con no menos de cincuenta libros (cuyos títulos han sido rescatados por fabulación razonada en época de Diego de Guevara usando la inferencia más que el cotejo por el sobrino del sochantre de la sede Toledana, Don Luis de La Herrería) y entre tantos alguno hubo de los que contaban historias para príncipes en los que se mentara la horquilla y el cazo del que  usaban en las cortes de los sátrapas. 

No hizo etimología del cucharón lo cual no obsta para que en la opera de la plata sobredorada mandara hacer adminículo para la liturgia del sacramento bautismal (alguno de ellos en Maguncia se ha visto del tesoro de la catedral -y se tiene por bárbaro por tener picos de aves y garras con ojos atravesados y lacería-). En Sevilla fueron compuestos romos cuchillos litúrgicos, de jeme y medio, que hacían pareja con aguamaniles a los que la culta claridad del arzobispo añadió ya cuando la metrópoli goda toledana una horca de primor con dos puntas aceradas.











Se llevara la corte eclesial en tránsito todo avío y los ajuares de menester; al modo de los venatores, incluían cuchillo recio en calado mango de obra en marfil, y en estuche de cordobán preparaban dos bolchacas para cuchilla de pelar fruslerías tales aves, peros o higos (que los eclesiásticos aquellos melindrosos eran bastante) y un contenido pincho con dos púas para trinchar en el plato de servicio sus tajadas. 


Joan Perucho nos lo refiere sin concreción tajante pues del uso del cubierto en cortes no hay erudición con cronología. Los paisanos no los tuvieran hasta siglos después, bien amanecido el siglo xx; que si de la navaja usaran -y abusaran- no de la cuchara ni aun del tenedor se valdrían, que de las escudillas tomaban el sorbo sin cazillo y de la punta del cuchillo personal pinchaban tanto como tajaban. No se había inventado el pícnic plebeyo, y los caballeros se servían de muy finos instrumentos en carey, nácar y guarnición de oro y plata, con envoltura de galuchat tintado.  Plegar un tenedor o una cuchara fue necesidad u ostentación posterior para burgueses o para oficial de leva. 






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