martes, 1 de marzo de 2016

24 NAVAJAS DE ESPAÑA Y FRANCIA: NAVAJAS NIÑOS-COUTEAUX D'ENFANT






 No se hacen ya cuando hoy estas dos palabras se repelen en absoluto: niño y navaja. Antes al contrario, hasta tuvieron puntas y se trasportaron a la escuela (edificio con pocas aulas donde niños de distintas edades -y aun algún hombre adolescente- se educaban. El chico enseñaba al grandullón, y el grandullón se valía de su potencia sobre los enclenques; el maestro guardaba el grupo manu militari y no era infrecuente que tuviera vara apoyada cabe sí. Otrosí se valía de objetos arrojadizos tal tintero, tinbre, tiza, Senda o Consultor.. y lo que su enojo alcanzara. 


Era corriente que los niños jugasen en los patios sin asfalto, sin cemento, con buena manta de tierra apelmazada por el paso de los inquietos discentes. A las romas, a las canicas, a churro va, a la autopsia de animalejos infelices, a la recolecta de productos indigestos de los ralos jardincillos para probarse el estómago, al fútbol...Pero el más espectacular era l'estacaoret (la estaquita). En una cuadrícula de rayuela se iba probando la disposición, fuerza y ardites a medida que desde la misma raya de inicio se iban clavando las leznas arrojadizas (limas, destornilladores, fragmentos finos de acero de encofrar...). Se podía lanzar uno hacia adelante procurando no tocar la cuadrícula en juego, como apaches sobre colono. Los expertos lanzaban con aplomo el arma con el efecto de giro sobre su eje, como los arriscados que en el circo o en las películas de Sesión de tarde soltaban sus dagas. Impresionante fue, y todos adquirimos pericia sin herirnos, al parecer, nunca.



 Pero nunca se vieron, por entonces, en el segundo ciclo de la EGB, navajillas, al menos en las ciudades; ni siquiera los gitanos, que acudían  poco pero que se educaban igualmente con sus mayores en sus querencias, las tomaban.












 En el cajoncillo de la penumbrosa cocinilla, en casa de los abuelos de Hefesto, había un cuchillito con la punta redonda. Las tías es de suponer que como capricho infrecuente tomaran mantequilla Natacha (que entonces no se hacían distinciones con la margarina -que es lo que en realidad era-). Regalábanse al parecer con el producto. Y fue aprovechado para el hunte de la mantequilla de los tres sabores (chocolate, fresa y vainilla). En pastillas envueltas en papel metálico de color verde con algunas cuadrículas. Tres colores que no sabores, en realidad. Esa pringue recordaba al sucedáneo de chocolate: una masa que costaba tragar y que engrasaba la cavidad bucal, laringe, faringe y tráquea. No era vitaminada esta pasta insípida por lo que solo calorías se tomaban.  Más adelante se ganó por fin el sabor en las cremillas de chocolate que se servían en tarrina y se que extendían sobre el grueso y revenido pan de pueblo. Pero este adminículo trajo el gusto, la petición y el uso de aquellas navajas endebles de punta redonda con el punzón GÓMEZ que se compraran en Casa Demófilo. Se perdieron después de años en los que solo milagro lo impidiera.










 No fueron, después de todo, muy abundantes dado que el aprendizaje del uso de una pequeña navaja con su punta necesaria es rápido y seguro si se tienen 8 o 9 años. No se encuentran muchas en los rastros ni en los internetes, que el nombre de navaja espantaba ya entonces y convertía  lo referenciado en tabú. Creo que alguna casa francesa (Nontron Chaperon, es posible que las fabrique aún, pero no se sabe si se ofrecen como navajas de niño o como "couteau à beurrre"- sí, Victorínox también-).








Notado se habrá que en el cardumen se ha entrado una que no fuera ni de niño ni para la manteca de comer, sino para otros afeites que se dieran las mujeres en el rostro antes como ahora; más espátula yesaire que navajuela de rapaz.

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