Rodeando el Mercado Central de Valencia, ya se ha dicho más veces de la cuenta, se topó con una cuchillería de rancio escaparataje. Una señora mayor, con gafas de montura dorada y cuidada cabellera de un raro gris chinchilla, despachaba. Pilla como armiño, quiso que cargara con la que esta en la vitrina que mostraba el género a los viandantes. De asta rubia, tenía una cacha descolorica, por partes trasparente, y de un tono más apretado la otra. La disparidad no convenció y tuvo la señora el descuido de mostrar otra con cachas oscuras, jaspeadas en blanco. No pudo convencer de que a las 12 del mediodía fuera de noche, no. Se vino, pues imponente pareció, con su virola grabada, los limazos por doquier, la hoja de cazador, el asta soberbia, y un ajuste de caja fuerte.
No se había visto ninguna igual, nada se la pareciera de lo usual; ni las Joker ni la Cudeman, ni ninguna de las marcas albaceteñas, ni de los Pakistanes o Las Chinas. Creó expectativas y azogue, y por digna se la tuvo y fue tratada así la pieza. No se supo entonces lo que ahora. Justo será decir que conserva dignidades y más por enseñar lo que significa una marca, un contrato, una propaganda en cuestiones cuchilleras. Pero se dirá en la próxima, que conviene ahora no ser prolijo y mostrar lo que se vio en aquella pequeña cuchillería que ya no existe. Era 1996 o 97 quizá.
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