La pierna, ya lo barruntó Champollion al quitar el tamo a una momia en el museo de Turín, elevaba el significado de hombre al erigirlo. Pie y pierna toman esta contaminación enaltecedora al apartamiento que producen en el hombre respecto a las bestias. No toma en consideraciones biológicas el jeroglífico la extremidad. Si no era claustro del alma era al menos raya que delimitaba en la erección al campesino, empercudido y humano, del curvilíneo ibis, muelle y divino.
Asimismo le corresponde el símbolo del pedestal; y cabría aquí la comprensión del favor que goza la esbeltez y la ventaja de la altura en la elección del compromiso de la pareja. Quizá el oro es el antídoto único para la escasez de alzada, antes y siempre. Y el estado del que no excede ha sido acicate de compensación, catapulta que encumbró la osadía del menguado (prueba de próceres, caudillos, sires, reyes y reyezuelos, caciques y aun a alcaldes que achaparrados han accedido a la dignidad del mando supremo en los desiguales ámbitos ha andado sobrada la historia, y los anales futuros más dirán de lo mismo). La cábala le concede el atributo a la pierna de "esplendor". Y quede así todo dicho.
Claro que si la silueta no se hubiera adelgazado, la de la navaja solsonesa, más sería pata que noble extremidad. El significado atribuible por los semiólogos, etnólogos, hoplólogos sería otro. Metonimia del animal fetiche, amuleto comunicador con los dones que faltan o con los vicios o bajezas que se tengan. Los pastores, cazadores apaciguados, valorarían en mucho la hoja encabada en cabrío, en carnero, en vaca. Conexión sería con los demonios que gobiernan los hayedos ancestrales, el encinar acuminoso, el rebollar, la pineda perenne, el saucedal o la blanda olmeda. Los encuentros entre cabreros enemistados por le pasto, sus violencias, la trashumancia forzosa, la sustracción de las cabezas logradas puso faz a las mohedas y surgieron los espíritus desasosegantes de las cencerradas, las máscaras, los cayados de virolas duras, la carlinga de los mastines pesados o las macabras ceremonias de los cefalóforos. El cuchillo, la navaja tendrían este sentido que ya habiendo perdido el humo de la majada se presiente al empuñar el cachaje cervuno, vacuno, del muflón, de la cabra.
Diremos al fin que más jambette han parecido las francesas, que aun viendo una pierna en cada navaja el adelgazamiento paulatino de las solsonesas las ha convertido en lo que son; y esta metamorfosis se dio en un ámbito común sino vecino. Como siempre, los franceses, recuérdese el grupo M (léase como una my griega), han siglo formidables metaforitas y elevan lo que nombran: jambette (que aquí hubiéramos nombrado pata.
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