Se cuenta -sigue Laduique- que en ciertas zonas de la "región Central" en las ferias de ganado los propietarios que necesitaban mano de obra daban a los peones o jornaleros un couteau tonneau para cerrar la contratación. Se sellaba con una navaja. Hoy se sabe que aquí a veces las cuadrillas que trabajan en la construcción, al acabar la obra, reciben un insulso Victorínox. Francisco Valencia, santacruceño, recibe encargos de constructores que regalan a sus compromisos, según jerarquía, con navajas de la tradición.
Es esta una de lujillo; obsérvese el cachaje en madera de amourette, las mitras y la hoja en acero inoxidable, el resorte grabado, así como un tercio del lomo. Hubiera faltado un pulido a espejo y acero al carbono en toda ella para que se conformara al gusto. Como se ve, aparece grabada con el nombre y la flor de lis -y no al ácido sino con incisión-. De Lacaze del Aveyron.
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