sábado, 16 de mayo de 2015

NAVAJA DE TACONCILLO DE SANTA CRUZ DE MUDELA HERMANOS RODRÍGUEZ NUÑO


A estos los fundó Nicolás Rodríguez Nuño, que nació en el año 11. Como entonces, a Dios gracias, no existió la formación profesional básica (o su equivalente en alienación PQPI) don Nicolás niño pudo aprender el oficio de verdad -sin sacar ningún diez postizo- en una progresión de fraguas antes de montar la suya, en la calle Quemada número 6. Alumno fue, y maestro.


A sus tres satélites aplicó cabe sí, en educación aritmética, geométrica, física, gimnástica, plástica y aun musical. Supieron de mediciones sin reglas y con escalas, de formas y volumetrías, de química cromática y grados, de matrices, de conveniencias de materia para ayuntamientos, de tintineos y rítmica... de todo lo que les bastó y sobró para aparejar ingenios.


A Salustiano (1938) lo apuntó en su fragua a sus once años, antes de que la adolescencia descompusiese las edades del hombre. Siempre estuvo en el taller paterno hasta que dejó de mano. Al segundo, Miguel (1940), lo pusiera allí mismo más tarde, a los veintidós, y al igual que el primus acabara su navajeo donde empezó. El chico, Nicolás (1943), no se escapó del humeo y a los diez estuvo con padre y hermano quemando cuerno (según pone en La navaja de Santa Cruz de Mudela, en el 74 marchó a Burgos).





A todo palo atendieron, excediendo donde se ponían. Fabricaban, como se ve en las tristes fotografías, toda la panoplia santacruceña; y para darle salida se valían de representantes.En Barcelona se encomendaron a Ramón Jofresa Sánchez, en Madrid a Julián de la Riva, y en Córdoba a Miguel Carrera Domínguez. Sus piezas no lo son, sino maravilla de ingenio: nácar junto a columnas salomónicas, piezas en madreperla de porciones, lentejuelas enrasadas a prodigio entre puntuaciones, incrustaciones sobre ciervo perlado, cintos y cintillos como rayos de soles; estajes, estiletes, capaoras, calados de randas acerados...A todo lo aherrojaban muelles hasta de tres alas, de tanta sutilidad labrados con la lima que no se saben ponderar. 






Con no ser esta de acá de las que que en ellos se destacan, tiene de mérito algo menos que todo el que exigir se puede a una de taconcillo. Los muelles de pico, los limazos, el cinto-venda del eje, y aun el escondido talón la adornan en ventaja; y el asta, su fineza, su apretadísima compostura. Todo, o lo que se pretendiera, posee.

Tiene una historia banal que obligación fuera que todas la escondieran para que otrosí se atesoraran. Parece que fue comprada en el puesto de Santos en Albacete. Aprovechando la feria septembrina, el factótum de la cuchillería provinciana Amós Núñez, que ve hacienda donde no se viera nada, acaparó todas las que tenía el feriante de esta casta. Cuando se visitó el barracón en los Redondeles, no se vio ninguna y así se le indicó a Juanlu, vendedor que trabaja en la cuchillería Amós. Acertó a entrar en ella el dueño, y al hacérsele la observación, contestara: "Las he comprado todas".

El busilis estaba en que en el taller de don Amós se las repasa, abrillanta, pule a espejo, se corrigen bailes, y se montan. El precio, claro, se triplica. De sus vitrinas fue elegida por el hermano de Hefesto que a este se la regaló.















Aquí se puede ver la precisa astilla que la acogota para que el muelle coja tensión (ha de saberse que las navajas de muelle externo o a palme, que dicen los franceses, tienen delicaduras muchísimas que con la vejez se acrecientan).








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