EL MEJOR CONTADOR DE HISTORIAS DE TÍJOLA
Francisco León vive aún, al parecer, en la calle Oliveti de Tíjola, provincia de Almería; y aquí se le trae por ser el más fantástico contador de historias que imaginarse pueda. Siempre se le vio conectado a un Ducados, boqueando humo en los calores horribles agosteños, cuando el aire viene de arriba. Maestro del palustre, se hizo su propia casa con ayuda de su suegro Ramón. De tres pisos. Se le recuerda hurtando su cuerpo de Sansón a la estricta sombra que en aquella calle solo se daba de refilón, que hasta uno había de ponerse se puntillas para no abrasarse el empeine.
Podría haber llevado sahariana como Wayne en Hatari, que el cincel humano le dejó rostro de estrella de cine, bien para el neorrealismo, bien para el hollywoodiense de los cincuenta. Entre Anthony Queen y Kirk Douglas. Frank Lyon, del barrio alto.
Excedía contando, mientras con la vista ida en pos del humo, se abismaba. Dominaba el bufido, las guturalidades, el gesto grave de romano procesionario, la contención. Era rico en giros y gustosos dichos, modulador del lenguaje colorista del pueblo en el que vivía. Ningún anglicismo, ningún cultismo de telediario, ninguna palabra vana, sino todas grávidas de matices y peso. No hacía alardes vanos, ni se tenía por nadie que no fuera él. De su macuto aparecían los acentos olvidados de los antiguos oficios; y en el uso verbal, en el palique de la anécdota era demiurgo, pontífice y mago.
Que toda la vida pareciera que hubiera ensayado discursos en la soledad de su persona. Tal parábola les daba a los decires que por disimulado se le tuviera. Dos pistolas y una de ellas oculta, al contar. Magno arte este de recibirte con socarronería y arrebatarte en palabras.
No está la memoria para portentos, que malamente se recuerda uno de esta o aquella ocurrencia.
-Que estaba Frasquito el de Adolfo buscando por ahí por encima de los Cortijicos capota en un barranquillo y ven...-se corta y detiene Francisco para el tiro del cigarro y para que la carcoma marque el paso del tiempo- ... parecía que volaba, en dos ancazos..."fummm" -movía como Karajan los brazos- se acercó tan callando como una ortega escondía. Uno de esos tigres, que había un circo por ahí arriba, por Caniles...
No se puede traer aquí la música ni la expresión. Tal gravedad ponía que por verdad era tenida cuanto pintaba con su cuento. Que pareciera que estábase uno en un campamento escuchando la historia de un viejo cazador cuya voz le prestara Rudyard Kipling. Él, Francisco León, fue en muchos ratos la interpretación viva de algún novelista taimado y bravucón que se escribiera a sí mismo en las verdes colinas de su corazón espinado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario