sábado, 2 de febrero de 2019

NAVAJA DE PASTOR COURSOLLE-COUTEAU DE BERGER COURSOLLE. (LOS PASTORES DE BAYARQUE)


NAVAJA COURSOLLE-COUTEAU COURSOLLE DE BERGER



















LOS PASTORES DE BAYARQUE

El pastor arrastra tras sí -y aun carga- su humanidad toda. Él fuera quien volcó en castellano el lexicón del relieve, quien leyó el paisaje hoyándolo, y lo manoseó tomando cantos y bólidos, asiéndose en el retamal, aseándose la mano extendida en el tronco perfumado del pino real. Así que inventó los collados, los laderos, los marchales, las algaidas. Fue un pastor descalzo quien primero también nombró aquella estrella caudal que le apuntaba al aprisco y al hogar de lumbre baja. No fuera matarife el pastor, ni se recreó en degollinas pues su pecunio era la carne caliente y viva, la tibia trepidación de las pezuñas enharinando las trochas. De leche tuvo el pasar, del caseus duro, de los calostros y el suero.  

Se detenía el pastor en las zarzas para ver a Dios ardiendo entre los frutos pendulares y los vellones retenidos entre las pinchas. No se contentara con el espíritu tan solo, y tomara de las menos agraces aquellas moras globosas. Cabe el río, se iba con un ojo en el hato y otro en los tocones de las alamedillas adivinando moños de setas; si había nube, del hinojal se traía los caracoles; en los bancos de arena leía el paso del palomar y lo esperaba; esperaba la piña grávida, y la amargura de la zahareña. Cerca de los regatos se entretenía espigando collejas, mientras por encima las cabrillas triscaban de la olmeda. Conducía el ganado al corral en el pueblo, Bayarque. Si había alguna parida, cargado sobre sí el recental entraba gozoso. Fue así que el pastor se hizo con la bestia que lo ayudó. Y trazó los caminos que traspusieron hasta el mar, al otro lado de las Sierras de los Filabres, del Moncayo, de los Himalayas.

Recolectó, domó, apacentó dando oficios al burgo reducido (Tíjola,  la ciudad de Ur o Gante). De las mimbreras  (de Bayarque, Abdera o Lyon) entre los muretes de piedra y los hondos bancales, se sacara cesterío; y de los espartales ásperos el ajuar de las casas que bullían bajo la launa. Los zagales, los rabadanes, los cabreros se estaban a la sombra delicada del almendral, deteniendo las bocas ávidas, que no doblasen las ternuras del plantón. Se entretenían con mastranzos y navaja, aliviándose la sed con una alloza. 

Se iban los pastores atezados  sin levantar pasmo, quedando su capuz grueso en la quietud del arca. 


COUTEAU COURSOLLE LE BERGER




















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