jueves, 14 de febrero de 2019

LOS PESCADORES DE BAYARQUE: NAVAJA DE PESCADOR COURSOLLE-COUTEAU DE PÊCHEUR COURSOLLE

LOS PESCADORES DE BAYARQUE

"Los ojos solo tenían tormos, guijarros, chinas y cantos. Los cerros, pelados; y los almendros, sequizos... siempre. Se hicieron los ojos a las cambroneras, a las alcaparreras, a las paletas, al retamal deshojado. Las ovas ondulantes de las balsas, las ovas y verdines se acechaban. Y a sus criaturas. No diera aquel país quemado, lacerado, yermo para cristales corrientes, para que se somorgujen aquellas ninfas de los sonetos chapuzantes. Una vez, aún lo tengo presente, se dijo que un pez se había soltado en una poza del río Bacares, por debajo de la Cerrá. Se buscó el prodigio, y hasta parece que se recuerde lo que quizá no se dio."






Ya quedó dicho, y se acertara a enderezarlo y a aderezarlo con mejor compostura. Quede lo dicho, pues, como falta de genio, que no de exceso de soberbia eso de citarse uno a sí mismo.


Y LOS PESCADORES DE JÁTIVA

Tanta sequedad se vio en los tormos y en los cantales, que solo pudo buscarse maravilla de pez en las guijarreras, y las nereidas se aguardaron en el crespo ramaje de las mimbreras de Bayarque. Hubo peces en la fuente del patio del cuartel, en la calle Académico Maravall 15. Y en las acequias que apartaban agua del río Albaida llevándola a los fresales, bordeando las naves de la Frube y de otras que rompían la huerta de Játiva cuarenta años hace. Milagro era ver una criatura del agua en el angosto de aquellos canales, y fascinación arrebatadora cuando en el charcal acementado permanecía y medraba. 

Estanque de sutil japonesismo hubo en la glorieta de José Espejo, cabe la biblioteca en la que la señorita Lidia vivaqueaba. Los barandales de madera delimitaban un cuadrado en el que las macizas carpas con escudos de oro se desenvolvían so las flotantes plataformas de los nenúfares en maceteros sumergidos. Boqueaban tragando mendrugos esponjados. 

Así que el pez fue criatura atrayente más que los pájaros y las bestezuelas de los márgenes. Más que los frutales y las pinedas. No se pescaron entonces sino solo delectación fueran. Gustó mucho de verlos en el nacimiento del río de los Santos, en La Alcudia de Crespins. En el cajón artificial del río fueron centellas las madrillas; y se subiera hasta su nacimiento para tomar gusto en el deambular de las tencas en las aguas frías de cristal. Siempre fueron para mí furtivos aquellos raros peces que en las arterias sin pulso bullían fuera de la expectación del niño.  Admiración la del homo piscator que en bicicleta hortelana se iba a las Palancas, y se veía pasar con su aparejo recogido en el sofoco amortiguado de las tardes del estío.
















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