martes, 24 de marzo de 2015

NAVAJA DE LA PELÍCULA "LA ISLA MÍNIMA" O LAS NAVAJAS MUELA Y LOS AÑOS 80


Se le vino a la memoria a Hefesto cuando aquel de la Puch Cobra hacía pasadas por la recta de la Estación en dirección a los Celas. Con su faja y casco, petardeaba como el mismo demonio y se alejaba envuelto en el tumulto azogado de la velocidad. Lo recuerda Hefesto, pues tantas veces soñara que moto tuviera para traspasar los ámbitos aquellos y lucir con el ciclópeo faro.


Eran los 80 si no antes: Ossas, Sanglas con o sin motor Yamaha, Bultacos (Striker, Metrallas de los 60...) y hasta Impalas con sus fardillos de alfalfa para el conejerío. Y las nuevas Derbys, todas camperas.
Se llevaban los Lois, los wrangler, los Old Chap,  los Alton. La manga japonesa como aquel afeminado de cuyo nombre sí me acuerdo, con cuya música bailaban y cuyos gestos imitaban todos, menos los padres de cualquiera de aquellos.



La moda de los pubs con sillones de escay, flecos, paredes tapizadas como el castillo de Avignon y bebidas: Mandarine Brizard, lima, güisqui doble uve y Dyc, ginebra local o, si acaso, Gordon's; las cervezas de Cruz Campo (entonces empresa nacional o, más bien , regional). Los batidos eran aquí Pulevas. Todo se pagaba con pesetas y una caña valía 5 duros. En la discoteca Soraya, y en todas, se bailaba pegado y en los reservados no se consumía.





Así que -y aquí se corta la sarta azarosa de la añoranza- cuando se vio la película, todo se reconocía: la moto Montesa campera, con depósito amarillo, los Citröen cabeceantes y rurales, los civiles acharolados (cuando aún no llevaban la gorrilla verde), la ginebra cabezona, los pelos encrespados con ondas de estropajo, los pantalones de pernera prieta y talle alto, los campos que llegaban hasta dentro del municipio...y la navaja.


(Esta navaja, igual que la sale en la película La isla mínima,
no pertenece a Hefesto).

Habrá que decir que fue en aquellas vacaciones de estío cuando un compinche de Hefesto le refirió la marca: Muela. Eran regalo de empaque, premio para cliente de sucursal o para su dirección (tanto honraban para uno o para otro sentido). Parecieron entonces algo más lejanas que el Santo Cáliz de la catedral de Valencia. Hendieron la gana de la posesión aun sin ver una. Don Eladio entonces estaba levantando empresa y sus piezas no llegaban donde las de los JJ. Martínez. 

Vuélvase a la película para aplaudir cómo se ha captado con pocas pinceladas de vestuario, peluquería o ambulación mecánica aquellos maravillosos años. Un ambiente insinuado con aquellos caserones de campo llenos de lo que eran: muebles oscuros, enlosados y geométricos soleríos de baldosillas hidráulicas, carpintería ramplona de batientes y fallebas.



No le gustan las novelas de Chandler tanto como las de Simenon: si está hilada la trama sino con hilvanes ligeros, si solo se atiende a personajes y lo etéreo de la atmósfera es lo  primordial, acaba Hefesto amoscado. Así en La isla mínima. La motivación del guardés o guarda es psicótica, pero queda sin etiquetar la que lo une a Quini. Lo que sucedía en el casón del arrozal se sospecha: lobreguez y depravación. ¿También venalidad? El morbo que alimenta al espectador no es saciado con inteligencia: se dice que le espera un pastel a uno, y se le trae la descripción del mismo: personajes sórdidos, recreación ochentera, paisaje ratonera bello aunque lóbrego, imágenes de drones y travelling magistral. Perfume de crítica política y social. El postre ha recibido reconocimientos. Pero no lo olemos.

   

No es por crítica de lo que no se entendió que se dirá todo esto. Atento estuvo Hefesto a los detalles nimios que nada se considerarán.Como cuando el guapo acecha a los policías de la secreta en el coche y les muestra la punta de la navajilla; se da un anacronismo puro: esa navaja parece que es igual a una de las que vende Muela. Vende ahora, que no en los 80. Ahora no es ahora-ahora, pues el modelo (Muela 70 P -a falta de comprobación exhaustiva-) está descatalogado aunque se puede encontrar todavía. Elegido quizá por el conspicuo color del metacrilato amarillo-anaranjado. Enseguida se vio, la verdad. Como los pantalones Levi's Strauss 501 que viste el pordiosero furtivo cazador de corzos. 

Una navaja como las que se muestran en ciervo y en asta negra, de pistón; caminan ásperas y tienen más pergeño de Pakistán que de Santa Cruz-Argamasilla, aunque no disgustan tanto (como La isla mínima, vamos).




























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