Blog sobre navajología y filosofía hoplológica de la navaja.
sábado, 26 de abril de 2014
LAS NAVAJAS DE LA SEMANA SANTA O LA MULTIUSOS DE MARÍA MAGDALENA -PHOTO CANIF IVOIRE
Cuando se inauguró el Louvre des antiquaires, rehusó poner puesto y escaparate. Le gusta la cueva, la choza, el aprisco de extrarradio y la lumbre sin techo. Jean d'Espagne era paseante que de continuo, con alfiler dorado y rubí en anillo de abate medieval, se mostraba en las arcadillas que se enfrentan al museo. Proporcionó al judío de Le Carré d'Or las piezas de trastienda que fueran donadas al Medieval de Cluny por la secreta sociedad de Chovin -cuyos miembros tanto empeño han demostrado para esclarecer y romper vínculos con aquel del mismo nombre-. Una de las navajuelas à la berge acaparadas de Jean se pagó en almoneda por el doble de trescientas jornadas de oficial -cómo pasara de la chaquetilla de raso de Napoleón III a la talega de su estirpe daría para no menos de tres novelillas galantes-.
Movía solo la espuma, la crema y la flor. Tuvo almacén fuera del 11 arrondisement, a más de una hora en suburbano desde su esquina en Rivoli. No habló nunca de dinero antes de calar al tunante enviado por alguno de los alcahuetes que orillaban La Seine. Solo doblegando su voluntad con el estoque de un gladiolo, sal de raza o simpatía de hermano, se podía pasar al trato. Nunca abuso de gilí, sí de petulantes à la parisienne -que hable cualquiera de los provincianos de l' Hexagone sobre la educación de la capital-.
Fue así como leyó lección y abriera el tesoro. Diome noticia de liga-tahalí por encima de jarrete en María Magdalena, la que usara perfume de nardo traído de la Provenzal -. Lo pasaban comerciantes de Niza hasta la costa egipcia vía Mallorca. Entre hojas de cipariso dromedarios lo llevaran a Judea. La compungida mujer pagó con especia el ungüento . Y una novacula de quince artes y seis muelles -herencia que fue de una tía abuela materna que tuvo tratos venales con gobernador reagostado a su compaña- pasó de la montaña a la llanada, de la vega a la costa, del mulo semita a romana trirreme. Entre sedas, trigo y yeros, marfiles y resinas, vía Roma, de retorno fuera en La Camargue no bien pasados noventa días. Su casta la ha tenido en altarín portátil como amuleto eficaz para calenturas de boca, abscesos de asiento, culebrillas y caprichos que quitan gana de sustento.
El artefacto milenario -cedido, nunca trocado- fuera utilizado como cuchillo eucarístico en Saint Germain des Prés por la fineza de los mecanismos y los rotundos cloqueos de las hojuelas al despliegue y repliegue.
Parece que en una de sus trasumancias a través de los siglos, fue llevado a Amberes donde en un taller fue tomada como modelo para los adminículos de una Santa Cena. Voluntad tuvo el maestro -quiere don Jean que sea Pablo Pedro Rubens- que pasase a su gabinete en el que junto a estatuario y yeserío había cráneos de caprino, quijadas, caparazones y aun el esqueleto doble de unos hermanos unidos por las palmas de las manos y de los pies que siempre anduvieron dando volteretas.
Promesa dio de mostrarla si se uniera la sangre con la de Egipto, que su hija Françoise -Paca en las jiras- estaba pasándosele la edad y frescachona. Como no se mostrara tanto interés, se desató en carcajadas y me mostró no menos de tres docenas de latas de aceitunas y salazones colmadas de cortaplumas, de navajuelas y estuchillos de manicura: nácar, plata, alpaca y, en sobremanera, carey y marfil de morsa, caballo de río y aún de mamutes. Una me confíó de palabra sin palabra, de soslayo. Y señal fue la fe que me tuvo después de ocho horas de desempapelar sus fruslerías sin que yo manoseara una sola. .
Mandómela por ordinario y entera llegó, tan embalada que no menos de un cuartillo de hora se anduvo en tajar burbujas rellenas con aire de París.
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