Al igual que el anterior presentado, uno de Robert Klaas, tiene, además de acuosas cachas de magnífica y rara madreperla, las hojas delicadas de acero inoxidable (rostfrei). Como se desde el zenit, su montaje es excelente, las hojas no se tocan ni tocan las platinas. Todo es bueno si uno no apetece del carbono. Y la sorpresa se da cuando se abre la hoja principal (que no lo es por tamaño salvo si la comparamos por su opósita) y se revela un animal agazapado que más tiene testa de iluminación de bestiario que de documental. Una cabeza geométrica, que ya es difícil, adorna el recazo. Se distinguió un elefante por la protuberancia colgante (no es una mala elección, que el probóscido es favorito en símbolos y en ilusiones infantiles). No cesó la sorprencia de producirse cuando se investigara y encontrase que no es elefante ni africano ni indio, sin ... un zorro. No se lo creyó ni siquiera se lo cree. Dado que en el recacillo de la de Klaas ni se enfrentan flamencos sino grullas acigüeñadas, da el pensamiento en figurarse que el animal no deba ser remoto, antes al contrario, de la memoria cercana de los campos, cuando al anochecer se ven en las cunetas los encendidos ojos de maese raposo. Y se intenta ver lo que no es.
Quiero saber el precio en pesos colombianos
ResponderEliminarHola. Lo siento pero no soy capaz de dar un precio en pesos colombianos.
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