No es idea floja poner de punzón una espada en el recazo de una navaja. Y no cualquiera sino la de aquel caballero. Es ejemplo pulido de cómo se debieran emprender las fiebres de elevación, de menestral a amo de taller - "atelier", claro-. Es un producto pulcro minimalista (simple se dice mejor), que pudiera ser sueco o japonés, o italiano. Pero no español. Su sistema de cierre es de camisa, y aunque pareciera nuevo, no lo es, que más de un siglo tiene. Es preciso en la herramienta, y precisión tiene de reloj o metrónomo. La perfección no se encuentra a menudo, y aquí casi se logra. Pero ya se dirá, que este taller Perceval no se está quieto.
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