viernes, 15 de mayo de 2020

5 NAVAJA CAPAORA-COUTEAUX À CASTRER






MATANZA DEL CHINO EN BAYARQUE Y TÍJOLA


NAVAJAS CAPAORAS MITAD DEL SIGLO XX

NAVAJA CAPAORA MODERNA EXPÓSITO 
(Y NAVAJA FRANCESA DE EDUARD MONGIN)

Se oían por la calle Oliveti de Tíjola el chillido agudísimo y aturdidor de los chinos (cerdos) de las distintas marraneras. 


NAVAJA CAPAORA DE FRANCISCO VALENCIA

Según se iba acercando el capador, haciendo estación en cada casa, el apremio de las bestias era mayor. Se estaba uno en el tranco de las estrechas sombras boqueando el aire fresco. El llanto animal de los guarines inquietaba, al menos un rato más breve que largo. Luego, en las marraneras se hacía el silencio, y los marranos castrados se quedaban mirando en abismamiento irracional los estrictos límites de su lodazal..

Luego llegaría la matanza antes de la pascua, que allí en Almería quería significar navidad. En Bayarque, dados los pocos años y los pocos alientos, no se viera nunca el chino degollado ni la degollina misma. Uno recuerda una casa justo en la cuesta del lavadero cuyas puertas de un azul grisáceo aún baten solo en la memoria. Allí gruesos lebrillos y sangre; las mujeres con las manos metidas en la mezcla del embutido. Cabe la puerta de la abuela Remedios, en la calle del Almendro, había revuelo y corrían las chanzas con el agua  carabaña que se ofrecía por aguardiente. Un corro vibrante de hombres y boinas y el cerdo ya en despiece. Una lumbre se hacía y se echaban trozos de magra, la careta, las orejas, los hígados. Y así se probaba la carne. Descansó la maquina de embutir con su manivela en la penumbra de las cámaras y nunca cesó el descanso ya.


En Tíjola también se quemó al verraco con aliagas, y con un cuchillo grande se raspaba la dureza de la piel del marrano. Mientras la engañifa se embutía, al niño, para la merienda, se encargaba sobrasada de casa Benigna, en la callejuela que salía a la plaza del carrillo. 

Quedaban las chacinas en oreo de las cañas, con los ventanos abiertos en un hilo de aire. Las habitaciones altas se concentraban en el olor dulzón de la matanza, que se tentaba, los hilos de morcilla picante, los de la engañifa, los del salchichón, el blanquillo y la butifarra, las mantas de tocino, las paletillas. Solo en algunas, se sudaba el jamón (si es que no se había vendido para mercar especias, cebolla y aliños). No se vio nunca una navaja capaora, allí no. 





2 comentarios:

  1. Muy bonito texto. Las capaoras, dejando aparte su utilidad, estéticamente, no están entre mis navajas favoritas.

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    1. Gracias por el aprecio del texto. Las capaoras antiguas son escasas y en sus líneas escribo de memoria. Entiendo que en su panoplia tiene usted variedad en que contentarse. Respeto absolutamente su gusto y el que ha tenido de visitar este blog. Gracias.

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