viernes, 5 de abril de 2019

1 NAVAJAS DEL RASTRO DE MADRID-COUTEAUX AUX MARCHÉ AUX PUCES (LE COUTEAU D' YVES MONTAND)



LA NAVAJA DE YVES MONTAND Y UN BOCETO DE MALRAUX/LE COUTEAU D'YVES MONTAND

Yves Montand quiere la leyenda que visitara el café Gijón de Madrid y que se olvidara una pequeña navaja de manicura. Esta la llevaba un camarero que la mostraba a solicitud.

    -Chica es, y se le dejó en esa misma mesa, la 22 -Señalaba al mármol próximo y continuaba-: Charlaba con algunos de los de la tertulia de la fila 7 de las Ventas.
    "Se daba pasmo de todo lo que oía sin entender, a lo que creo, mucho por ser él francés y balbucear en español, y porque la liturgia no es fácil de  mamar si no vas a las plazas o te haces con un Cossío.

Alguna vez el servicial camarero cambiaba de rostro y ya no era Luis Cuevas o Isidro Martínez o Juan Contreras... 

    -Ahí, ahí mismo -Y se señalaba otro mármol-, en la 32.  Le gustaba hablar con los escritores. Yo mismo -se da en el pecho como subrayando el dolor de conciencia- yo lo oí en perfecto español, que este Montand lo sabía castizante, cambiar perspectivas y razonar mucho con nuestro Cela, don Camilo. Fue, fue -aparente pose de dubitatiba rememoración- en el...Humm... Sí, en el setenta y pico, pico. ¡Seis! -Silencio breve mientras resopla la máquina-. No, cinco, cinco -Baja la palanca de un émbolo que respinga con el vapor de una nubecilla vaga-.


Yo mismo, una de las pocas veces que he visitado el rancio café me he dirigido a la barra después de pagar la comanda y me he interesado por la historia. Han hecho por buscar en los platillos de las propinas, han pasado la palma de la mano por el vasar, por las faltas de las botellas, y nada.

    -Igual lo sabe el Pepillo, que lleva aquí desde el setenta... ¡Pepe! -Y viene tardón, adelgaza los carrillos, desorbita los ojos y, tras atender, rezonga una inarticulación antes de marcharse.
    -Pos debe estar ahí si es que no la tiene alguno de la mañana que la haya olvidado en el bolsillo de la chaquetilla -Y se señala el terno de trabajo-. Yo es que llegué al Gijón dos veranos después de Pepillo...

Nunca se vieran por estos ojos aquel adminículo de la pulcritud y el atildamiento. Yves Montand no lo confirmará ya. Y la navaja sigue -y seguirá- en los cajoncillos de madera vieja de detrás de la barra, u olvidada en la faltriquera de un fámulo socarrón, o encerrada en la memoria ajada de un parroquiano ausente.

    -De Malraux, de Malraux conservo -eleva el tonillo achulado cuando comprueba que el interés decrece y se busca la puerta- conservo un boceto cubista en la servilleta del café. Que vino con Montand -pronuncia a lo castellano el francés dejando de borlón una "de" muy tensa.










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