En Francia son chovinistas, no menos que en Rocamora de la Selva; pero habrá que comprender cuando allá dos quídam pueden cavilar y hacer una junta de dos para constituir un grupo de presión. Son las llamadas "confreries" ("cofrandía" sea una torpe traducción para su significado actual). Si a dos les gustase, verbi gratia, el nabo desabrido que se planta en un poblacho sombrío del Macizo Central, pues tendrían derecho, si ya tenían vocación, de constituirse en sociedad que preserve el cultivo de esta insípida hortaliza. Y así, desde el bledo a la navaja. Y en esta estamos. Confrerie du couteau de Thiers. Ya diremos algo más. Que aquí lo que importe sea señalar que uno ha querido emular a los de la cofradía de la navaja de Thiers, si es que no fuese ya cófrade.
Se ven los intentos de montar la navaja, colar las cachas, de componer la virola inferior o rebajo, de limar a primor el muello, y de calibrar el resorte. Un aficionado lo hizo y no se sepa cómo quedara su afición al final. El de bajo lo es también, un Thiers. Industrial pues va firmado por una casa. Ya quepa pensar qué normas se siguieran, cuáles estaban puestas, dónde alcanza el compromiso, quién juzga los desmanes... Y las habas se cocieran, allí y más aquí, pero no solo por lo que se ve.
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