sábado, 25 de julio de 2015

1 NAVAJAS DE ALBACETE EN LOS TRENES, CUCHILLEROS DE CINTO

En cuanto en los llanos reverberó el pitido estridente y la carbonilla deslustró los relícticos encinares, ya hubo encintados cuchilleros esperándolo. El tren de la compañía MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante) fue prontamente aprovechado en el último tercio del XIX por concesiones; Sarrión Martínez fuera el primero. Los años coronaron el siglo entre intermitentes permisos y repentinas prohibiciones que se suavizaron  brincando la segunda década del veinte.

Cuchilleros ambulantes en la estación de Albacete (1923). 
Foto de Luis Escobar

Se corrió la voz y la vista gorda arremolinó a otros muchos vendedores que corrieran a los andenes embarazados por docenas de filos al cinto.Así fuera dado que los talleres artesanos no podían sostenerse solo de las fábricas que les domicializaban trabajo, ni de los almacenistas.

Licencia de venta, 1874.
Archivo histórico ferroviario

El tipismo tenía explicación social, económica e industrial. Por una vez respondió a la realidad: en la memoria quedaría -y queda- el vendedor grávido con el cinto de cuero y recia lona. El que educó a la brava modales hoscos, cuero recosido veces y veces por zapateros que remediaron sabañones y enfriamientos de pies, lona que amparó divertidas miserias en circos astrosos. Cintos que engañaban hambres caninas. 

Cinto que perteneció a Amador Carcelén, "El Bocha. 1940

La ley no respetó costumbres y las navajas menguaron sus hojas.  Los tamaños se diversificaran siempre al encogimiento; la industrialización demandara cambios de formas en los filos, nuevas herramientas para usos impensados en las llanadas que circunrodean las anchas casonas manchegas. Así fuera como el cinto crio departamentillos variados que clasificaban las nuevas tipologías.  Sucedió al pañuelo con el que antes salían a vender los antiguos artesanos fuera del taller pobretón. 

Los componían los corrioneros, y los remataban con tachuelas y los aseguraban con remaches. El cinto se complementaba con pañuelos para su encaje y acomodo, para su traslado una vez quitado del navajero-vendedor.

En el curso del siglo pasado, al igual que ocurrió en el anterior, se sucedieron restricciones, prohibiciones y permisos. Llegó la venta hasta casi las décadas finales (los ochenta, incluso). Los últimos vendedores de cinto aun prestaron testimonio en el libro -de inexcusable consulta- La cuchillería de Albacete en el siglo XX : El Bocha, y Fati. No obstante fueron decenas de hombres de familias y sagas cuchilleras (no hay constancia de mujeres portadoras de cinto) los que se dedicaron a esta pintoresca venta solo propia de ciudades manchegas (Santa Cruz fue la otra).


¡Navajas,
estiletes,
navajitas
de Albacete!

Así se voceaban, o se recuerda. Eran navajuzas maluchas, de nacarina siempre las vistas, hojicortas, endebles. De este modo se las ve con la memoria. Particularmente los estiletes delgados, pinchaúvas. Los vendedores no llevaran cinto, o no se subían con él, sino que en manojos como espárragos se ofrecían. Estas que se ven queden como muestrario pobre del tipo. Ya se las presentará, al menos  alguna de mayor mérito.










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