domingo, 21 de septiembre de 2014

V FERIA DE LA CUCHILLERÍA DE ALBACETE/ V KNIVES SHOW ALBACETE: LOS REDONDELES O EL SECRETO DEL ACELERADOR DE PARTÍCULAS

Desde el estacionamiento municipal en la circunvalación, previsto y provisto con diligencia, a pie se allegó al perímetro ferial. Se ingresó, pues, a contracorriente en los Redondeles. Nunca antes fueran atendidos con el interés bien dispuesto al hallazgo; que si se recorrieran frenéticos, no se les encontró tesorillos para embolchacárselos.

Pero ahora el ánimo tendrá mejor discreción, leídos aquellos libros de la cuchillería santacruceña. Vista en ocasiones pasadas, ahora buscose la única que en el perímetro dignidad tuviese en filos. Y hallose pronto. Como quiera que se le preguntara a la tendera por apellidos diversos de artesanos, cediole el oficio al marido. Es la de Santos, la que recorría otrora las señaladas ferias de Castilla la Nueva y, hasta el Norte, se tendía a las otras Castillas del mar Cántabro.

Noticia se intercambió, de  Wizner, de Juan Castro, de Bustos, de Fco. Valencia. Sabrosas fueran las 
relaciones de apodos de los navajeros, amenísimas las cuentas de apellidos y  familias de gremio que entroncan. Cómo un apellido cambiado mutaciones produce en las virolas, los muelles y rebajos, las palanquillas aún manteniendo el punzón; las sombras difieren como si de castas de ganado distintas se tratase.

-Las de Valencia falta ni hace que las toquetees; palanquillas se despliegan, hojas firmes, cachas bien compuestas...

Como se cogieran, espigando como cigüeña en rastrojera, una de aquí, alguna de allá, iba diciendo "Esa de Peláez, y no habrá más". "Bien rara es esa, de carnero negro...rara, rara". "De Paco Mulas, y no hay más". Y apartadas eran las cogidas por el capricho, atendiendo a la forma y rareza, así como a la compostura y montaje.

Una vez que Santos entendió la largueza del comprador y caprichoso, y tuvo certeza de que ninguna más 
de los abigarradísimos expositores iba a ser puesta en ajeno, sacó de no se supo  dónde bolsillas llenas con docenas y docenas de navajuelas juntadas por parecidos o artesanos. Cuando antes dijo que "de este modelo más no tengo, solo lo que ves", había que entender "cómpralo si te gusta con defectos o bondades, que por una venta más de lo que debiera no voy a molestarme".

Me las afiló, solo por un lado (la intención no se me alcanza), mientras completaba la vuelta a los Redondeles. Se pagaron y  despediòsenos con la cortesía profesional de un manchego ambulante que tiene galanuras de señor."Ahora, a la muestra de cuchillería en la plaza del museo; a ver si encontramos algunilla más".



Salidos fuimos, y en la calle de la Feria nos topamos con un ajuntamiento de motociclos antiguos...

Esta una Montesa Impala, la misma que en los sesenta, y aun antes, se utilizaba para ligar las voluntades del bello sexo. Gafas de pasta a lo Onassis y, sin casco y con pantalonaje de pitillo, se cruzaba el bulevar del barrio de Gracia de Barcelona con bronca resonancia.


Esta otra, una Sanglas; de las que la Guardia civil de tráfico tuvo en dotación más de cuarenta años hará. Monocilíndricas y con los guardabarros alabeados más estilosos que imaginarse pudieran (la de la foto algo más moderna me parece, pero no mucho más).

Petardeando con el ciclópeo cilindro (tanto por la robustez como por tener uno tan solo), los guardias civiles de antes subían el puerto de Almansa entre nevazos, después de tomarse un carajillo de Veterano en el restaurante de carretera. Envueltos en el "cuero" (así se llamaba el grueso chaquetón confeccionado con el mismo material del nombre), con cascos endebles como los que llevan en las procesiones de Semana Santa los romanos, se lanzaban como demonios a las adversidades de los inviernos de entonces...



Prima de la primera, la Bultaco. Si con tanto gusto ahora las hiciesen motorista sería Hefesto. Y duras, pues cabalgaduras de más de treinta años se han visto utilizadas para llevar cargamentos de alfalfa desproporcionados, por caminos que no lo eran.






Llegados fuimos a la plaza del Museo de la cuchillería; hogaño la exposición-venta no era dentro del mismo sino en una carpa plantada en su puerta. Entrose con desconsuelo de verla tan despoblada de vendedores y de vecindario. Allí estaban los Martínez (los JJ), por dos veces se visitó y preguntó por acero al carbón (apenas tenían cuatro que se tentaron y descartaron por baile de hoja o mala alineación de la misma -artesanos capaces de lo mejor y de lo mediocre-malo-pésimo). No me atreví a la sugerencia de una subida de precios si es que fuera la razón para la falta de calidad.

El Curro; así punzona al ácido un muy simpático hombre (Francisco Tébar Tolosa) creo que ya jubilado- que ha aprendido el oficio tarde de uno de los Martínez (hermano del empresario de la marca Albaínox -cuchillería china a precio reducido-). Saca las hojas de viejas sierras y las encaba en ciervo, carnero y maderas tropicales; el modelo que monta está "inspirado" en alguno francés del que aún no he conseguido recordar el nombre. Hombre franco y abierto, se le adivina su estancia en Valencia por nombrar al olivo como "olivera". Nada oculta de su oficio, nada esconde, sus precios son honestísimos. No se le compró y hay que lamentarse.

Pedro Moreno, el albaceteño de Paterna valenciana. Preguntósele también por hojas al carbono:"No sé por qué os ha dao a todos por el carbono". Este hombre, mayor, pillo, lúcido, en la primera edición de la muestra, alardeaba de que él solo trabajos hacía como antes, todo carbono. Pero ahora no. Tiene pericia y buen gusto en sus modelos. Es atrevido al mezclar materiales. Se le comprará la próxima vez, aunque inox sea, uno de sus macheticos. Acompañar se hace de sus nietos, pero tiene más jispe que ellos. No pone precios a sus navajas sino que los improvisa delante del comprador, y aun los cambia en el trascurso de la conversación según él vea el interés del palomo. Delante de mí, dio una navaja de cierre de ventanas y unos 11 cms de hoja por unos 100 euros. Consérvele Dios la disposición y el disimulo.

Becerra tenía parada por primera vez. Todo en inoxidable. "El traer de los dos es un lío, me marea, pues solo los distingo si están marcados o a la hoja del afilado." Llamome la atención una navaja con la hoja grabada al ácido con ramos. "¿De Adolfo?"-lo interpelé, y sonrió. "Es que él, Adolfo, no tenía herramientas para cortar las hojas y yo se las preparaba. Y no la puedo vender. ¿Sabes que murió?" Me propuso traer de su taller después de comer  piezas con el material que le pedí , pero no me convino.

Y la mujer y la hija de Expósito. A él le gusta el alterne con toreros, a los que de tanto en vez les afila los trastos del oficio (puntilla, estoque...). Todo en material brillante e inalterable. Sus capaoras lo que más me place, si de otra naturaleza fueran las lenguas de vaca.

En el Lombo do ferreiro se estuvo con las de ventana, pero no se cerraban como debieran, con firmeza. Y Germán Azote. Tenía este en su mesilla alguna navaja de fricción, con hoja oscura y lentejuela para que el pulgar y la mano sean el bloqueo. La abrí y no la puede cerrar por lo que hice mutis por el foro sin hablar. Se volverán a tentar si es que continúa con las plegables. Es el que más se parece a Hefesto, el que mejor escribe de lo que sabe.

Fallo fue, yerro grande, no apercibirse de la presencia de D. Diego Castillo. Atolondramiento imperdonable. Se lo viera fuera de la carpa junto a Germán, desde La Higuerica. 

Otros más estuvieron pero no sé dónde (Basyl, Manuel Fdez. Rovira,  Celaya, Perea, Mercorne, Amós Castedo -el Abuelo-). 
Las mesas vistas, se fue a donde lo de Amós, y se departió con Juan Luis Vergara (Juanlu). Parece que se ha decidido a punzonar sus navajas, por fin, con nombre y apellido (pocos haya en la ciudad de más tradición y garantía). Esperaremos, pues nos interesa. Ninguna fotografía, nada. Resultara de menguada crianza el tomarlas con crudeza, sin aderezo o distraimiento de otras gentes, que jolgorio no hubo sino desnudez de catedral.

Comiose liendrecillas, suspiros y quesillo en fritura. Volviose a los Redondeles con la aceleración de las partículas lanzadas para que rebelen los secretos universales. Otra vez Santos nos recibió e interesose por los hallazgos: "Nada". Nos aconsejó lo de Manuel Penadés. Se compró santacruceño una en vareto y otra en carnero de hoja ancha, Bustos las dos.

"Idos con Dios". Así hicimos. Con la sabiduría de la historia de Santa Cruz y el dolor de la desolación un sábado por la mañana
en la V muestra de cuchillería.



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