Pocas hojas anchas había en las huertas de Bayarque, salvo la de los escasos parrales de cuando algunos almerienses y murcianos hicieron dinero negociando la uva de barco. Pero de eso hace tanto tiempo...Digo que apenas había sombrajes oscuros y frescos. La hoja del cerezo no tapaba tanto como la estrecha de la mimbrera ni la lanceolada del nogal; su sombra, no tan sana. A pesar de todo, se iba a ella buscando promesas que nunca se cumplieron pues por julio ya hacía semanas largas que el frutillo era cortado. Su tronco era firme y recto, con placas lisas y gotas de savia. Solo lo tomábamos como bienvenida.
Nada más bajarnos del coche, ya estaba la hospitalidad acogiéndonos con todas las chucherías y dulcerío de la casa. Se guardaban botes con cerezas en aguardiente que ya tenían el color dorado que los esféricos frutos habían prestado dulcificando el licor. Y se tomaban en copillas, con cuchara. Efectivamente, la sombra del cerezo y su amable pulpa nos llegaban a través de manos anchas que a la hora de comer también nos partían el pan. Sombra, cerezas, licor, pan y navaja.
También, como de otras rosáceas, se sacaba madera para ebanistería fina. Mangos para cuchillos y tornería. Es de los pocos lugares de toda la provincia en que se daba este fruto que nunca se vendía y que solo era cartel para el hurto o el regalo: las cerezas de entonces.
Lustroso cuerno junto a latón dorado.
Donjon Massoptier con otro de mayor tamaño con hoja marcada Pradel
lame pied de mouton acier carbone de 7,5 cms
Manche avec plaquettes en corne noire de 9,5 cms
se terminant par un retour en forme de crosse
Rivets laiton avec rosettes
Mitres avant et platines en acier
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