martes, 22 de octubre de 2013

2 NAVAJA DE PAISANO DONJON Y EL PERAL DE PAN/PHOTOS DE COUTEAUX LE DONJON ARTO

Si pusiéramos dos navajas donjon lomo contra lomo tocándose los resortes tendríamos una pera de pan. Las hojas de estas son anchas y no es extraño que se puedan configurar frutas, corazones o violines -si no personas o sirenas sentadas-. 

De aquellos perales de las lindes me acordaré siempre. Viejos troncos retorcidos que salen de los muretes de piedra como los almeces. Sus hojas redondeadas se movían como llamadores de viento, jugando el árbol a  los espejuelos. ¡Qué hermosos frutos, grandes y pesados como gazapos! Su carne era amembrillada, granulada, muy jugosa. La mayoría estaban tocadas por la mosca, y había que valerse de cuchillo o navaja para sanarlas. No se podía comer fruta a bocados, como ahora se suele, sino solo con punta y filo.

Aquellas peras verdiamarillas se daban y todos comían de ellas, hasta los cerdos. Hoy apenas quedan de aquellos perales aguarosos.




Esta otra Arto es, pero aunque el resorte y la hoja forman un sutil mecanismo, no está a la altura de su hermanilla de gaïac. No tiene limazos, ni en resorte ni en lomo. Sí tiene más rivetes que sujetan platina y cacha. Se pueden observan algunos desajustes entre platinas y resorte que no parecen propios de esta marca.



Véanse las pequeñas rayas blancas sobre la oscuridad del ébano, son prueba de autenticidad de esta madera. Las primeras navajuelas que se vieron eran también negras, pero no de asta ni madera. No se podía imaginar uno que dentro de árboles pálidos hubiese corazones duros como el hueso y oscuros como tizones.






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