miércoles, 29 de marzo de 2017

13 FUNDA DE NAVAJA: EL ÚLTIMO GUARNICIONERO DE JÁTIVA

Habría que recuperar aquellos tapiales con cascos de vidrio rotos, los frutales guardados tras ellos, los jardincillos acementados con rosaledas mínimas de rosas diminutas de pitiminí; las esparragueras levantadas sobre alambres en el contorno de los patizuelos, las casas del sindicato con la hornacina del patrón. Los campos quedaban al otro lado de la calle del arrabal, abandonados, yermos, poblados de saltamontes y escarabajería charra. Las fábricas más eran fincas rústicas rozadas por las acequias de aguas aún puras, con peces escondidos junto a los fresales.

El barrio se marchita con la agonía de los bancales que se asilvestran; por las noches caniculares las ranas disputan en los partidores amojonados con los almeces bravíos. Aquella chavalería campeaba, vivaqueaba, bullía, se dispersaba y medía todo el rodal desde del barrio de la Murta, del Carmen, del molino Perico hasta las Palancas en el río Albaida en el este, hasta las murallas de levante y poniente. Levantó plano con todas las hendiduras, anfractuosisdades, cuevas, resaltos de la humbría del Castillo de Játiva.

Los oficios se marchitaban: los zapateros, los arroperos, los traperos, los del arroz, el cacao y la sanguina, los tenderos, los vendedores de gollerías, lirones y chumbos,  y hasta los del cuero. De este se conoció el último que tenía casa cabe el trampolín de la piscina Murta. Íbase allí con recado de coser botas, cinturón, zamarra de moto, barbuquejo, remiendo en tira de funda de máquina de fotografiar o apaño en balón de baquetilla.  Trabajó el hombre en la planta baja, junto al huerto trasero de los convólvulos y las bresquilleras, en penumbra hacendosa y fresca. Rubicundo era, y serio; no daba réplica sino en el plazo. Como no le llegaran composturas de aperos, apañaba rotos y descosidos en lo que nunca hubiera pensado. Daba servicio a los pequeños empleados, funcionarios precarios y vecinaje en detalles de poca monta y regular provecho, al menos para él, que para los demás era dador de plazo a los utensilios de sus menesterosas vidas. Engorde de hucha y precisión. Este hombre se le viera tras sus doradas monturas ya achuchado por  edades y  consunción. Hubiera hecho bolchaca a cubierto, dado, dije, reloj y navaja. Con él se aprendió esta palabra: guarnicionero.


























viernes, 24 de marzo de 2017

2 NAVAJA TAPITAS ANCHA EN MADERA DE HAYA DE RAFAEL WÍZNER-COUTEAU EN BOIS D' HÊTRE DE RAFAEL WÍZNER











-¿Haya? Sí que he leído en las propagandas que nos echan por debajo del portalón no sé qué de barnices de colores de haya. Yo los veo marrón clarejo... 
-Yo no sé qué le pueda decir -continuó el hilo Wízner.
-Que si usted no lo sabe, con la de palos que toca...
-Y usted también los toca, y muchos..
-De la baraja, Rafael -y se sonrieron los dos aportando resonancias de voces gastadas al ruido general.

Vino por fin el camarero, que con ojos desmayados de juerga nocturna, les recitó raciones y tapas.
-Atascaburras, tajás de bacalao frito, sangre encebollada, queso frito, cazón, morro, jibia, matanza, papas con ajoaceite, capellanes de Alicante...

Para matar la murria de la semana, comandaron la sangre, y excitaron la sed con sendos capellanes a la plancha engrasados con aceite. La primera bebida fue, para Wízner, una cervecilla sin alcohol, y para Plinio, vino nuevo de la casa, tomellosero.

-Lo he asustado, Rafael, que se pide usted agüilla para viejas...
-Sí, me ha metido usted prevenciones -confirmó listo Wízner.
-Lo dice usted con voz tan entera que cualquiera pensaría que está esperando sentencia.
-La sentencia se la va a dar a usted la Gregoria si se enterase de qué alpistes toma usted... Que por mí no será, no quiero que se enfade y no le deje más venirse conmigo.

En estas, y aun en otras, se estuvieron pinchando sangre cuajada y mojando panes después de que se comieran humeante el bacalao. Comandaron bebida nueva, esta vez con más espíritu la de Wízner. Y atacaron los capellanes. En el local la reverberación de voces enardecidas por el continuo cervecerío era estupenda, y cada corrillo pugnaba porque la suya fuese la más ocurrente y resuelta conversación.

-De haya, entonces y que vengan pronto los asientos -le indicaron por tercia ocasión ambos al resacoso camarero, que nada oyó mientras  pasaba, elevando tono en tormenta de truenos, comanda a la cocina:
 ¡Docena de navajas plancha para los del banco!

Y por un instante breve , Rafael Wízner y Manuel González se admiraron.
















miércoles, 22 de marzo de 2017

12 FUNDA DE NAVAJA: ESTUCHE DE MANICURA DE SOLINGEN/ONGLIER SOLINGEN

El príncipe ha buscado la distinción inmediata siempre, sea construyendo una tapia que rodee su chabolo, sea vistiendo un trapillo manchado con los intestinos purpurados de un caracol, sea con las caudales metálicas de un pájaro de la niebla con las que se adorna los pelos apelmazados, sea cazando ciervos del padre David en un jardín infecto, sea cohabitando con su hermana en la aberración de una costumbre sectaria.

Todos los demás, bobalicones súbditos harapientos, miraban de soslayo. Se encaramaban a los tapiales  para exacerbar el placer del electo (a este menester se construyeron los primeros poyetes o escaleras). Quien mostraba más babeo era admitido en el recinto del pazo como dignatario noble.
Anduvieron los tiempos, y la impaciencia levantó guillotinas. Otros ruines tomaron en propiedad los chalés. Con la memoria de la sangre aún fresca, ensancharan sus mangas para que los más espabilados se mirasen en los espejos con el símbolo del poder. 

El lujo es ahora democrático, se dijo.
Pero era lo mismo, la prolongación del adagio aquel: asno cargado de oro, alcánzalo todo. Empezaron a desfilar por la calle Real del poblacho los automóviles con estrella; las señoritingas con estolas de nutria, los pijobravos con escopeta inglesa y cajita de carey para el rapé. Fue esto acicate para las artes de la mano gruesa: ebanistas, grabadores, orfebres, tallistas de piedras nobles, relojeros de fantasía, armeros, mecánicos, luthiers, esmaltadores, cuchilleros, plateros, imagineros a los divino, cristaleros de ajuar, iluminadores, ópticos y taxidermistas.

La ostentación se hacía a lo grueso, como ahora, y tanta rabia había que los obreros embrutecidos más soñaran con estuchillos de fruslerías que en zarandear a los encargados de la línea de producción. Los grandes almacenes surgieron para evitar las revoluciones, al igual que los palacios de la música en los que se adiestraba a los hijos de la chusma para que trinaran ante la nueva clase surgida después del terror. Lo que no quitaba la recién obrada aspirina, lo reparaba un catálogo repleto de naderías.




Estuche de manicura de Solingen, con tres piezas (lima, tijerillas y navaja). En las tijeras aparece un punzón: ALHÖSO.
La presencia en este elemental estuche de un sutil cortaplumas habla de la precisión que este tenía. Había muchas cosas que ser cortadas, reparadas, trinchadas, tajadas, pinchadas, hendidas, atravesadas, afiladas, cercenadas, divididas, raspadas, escoriadas, abiertas, empezadas, disminuidas, aprestadas, recicladas, aprovechadas, compuestas, segmentadas o repartidas.
Como hoy no se reparte sino que se acapara, la navajilla para el viaje huelga. Los paquetes que se reciben están envueltos para labor de cútex, y esta palabra ha arrumbado el filo o la naturaleza de la primera. Ya no volverán sino en perrilleros estuchitos de la China.


 Estuche con 8,5 cms de largo,
4 de ancho
en piel tintada 
sin forro
con clip en corchete en solapa
tres departamentos para tres piezas


Navajilla de 6 cms de largo en posición plegada
11 desplegada y unos 5 de hoja en acero al carbono pulido
Punzón: Solingen
Cachas metálicas y pulidas (¿galvanizadas?)