viernes, 28 de octubre de 2016

3 COUTEAUX COUTTIER: LE SAINT MICHEL-NAVAJAS DE CHARLES COUTTIER


Es placentera ocurrencia buscarlos entre los sarcófagos ocultos de los caballeros medievales; sus alabastros sombríos refulgen si el titubeo de las candelas los alcanza en la debilidad de la trémula irradiación. Se esconden en las hornacinas una vez que consiguieron plegar las veleras alas que introducen en los intersticios de los bloques porosos de caliza, allá, donde se suspendió el sepulcro del guerrero al que admiraron, cuyo sueño velan. 



Reverbera la palabra, daemónion, que se proyecta en su propia energía a las bóvedas. Espíritus, mensajeros y anfibios que anuncian la palabra de su amo, que guardan la entrada a la  celeste morada, que llaman a las puertas y rozan los ventanales con rumor de polillas y tergales. Aparecen en las lucernas con espadas curvas diciendo de la luz. La calígine los envuelve y en denuedo la turban y disipan en espirituales turbulencias. 



Llevaran siempre armas en el tahalí, la larguísima espada con la que apartan, intimidan, convencen y rechazan. Sin ellas no son lo que son, lo que fueron: ángeles que en las tormentas se desenvuelven y sostienen a los esforzados que de los caminos se allegan al silencio de las capillas piadosas, que en su fiera fe tuvieron como castillos.





Si se ve tras la zona mareal la estricta silueta de este Monte de San Miguel parece que ese día irá a lloverr. Y nunca ha sido de otro modo. Al arcángel allí cobija y es cobijado, junto con los salobres balidos de los más exquisitos corderos de Francia que triscan la salicornia. Los marinos que si iban al gran mar océano volvían con gruesos cuchillos de hoja chata y espesa; allá los vieran, en la Bretaña de ultramar: Le London. 


 Así los motejaron sin ocultación de origen, e inventaron que la silueta de  su hoja es la de los pies de los borregos carinegros que ven antes de marchar. Charles Couttier ha hecho la navaja de la dotación arcangélica, ellos que solo se valen de aguzadísimos mandobles para tranquilidad nuestra.


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